Atesora singular interés un documental tan inusual como ‘Un blues para Teherán’, firmado por el periodista radiofónico Javier Tolentino, que nos invita a descubrir Irán de la forma más original que cabe imaginar. Un país tan misterioso como en muchos sentidos culto, con el foco puesto en la música, la poesía, el paisaje y el paisanaje. Lo protagoniza un joven kurdo, dispuesto a convertirse en director, a través del cual, tanto el actor como el realizador, rinden un sincero tributo de admiración a los más comprometidos cineastas persas, incluidos Mohsen Makhmalbaf (‘Un momento de inocencia’, 1996) y Abbas Kiarostami (‘El sabor de las cerezas’, 1997).

La luchadora mujer iraní opuesta a la imposición del velo y a la que se le prohibe cantar, cobra aquí suma importancia y se convierte en sinónimo de libertad. Asimismo, el filme nos remite a Marjane Satrapi, autora de cómics como ‘Bordadoras’, empeñada en reivindicar el papel de la mujer en una sociedad que condenó a Nasrin Sotoudeh por defender los derechos humanos. Tolentino sugiere que la intolerancia no es ya una presencia esperando a la vuelta de cualquier esquina. Muchas mujeres iraníes escapan muy lejos de esos mórbidos miasmas, suben a purificarse al aire superior y apuran, como un noble y divino elixir, la luz clara que inunda el futuro.