BILBAO. Se utilizó muchas veces el término ‘equilibrio’ como cualidad necesaria para manipular un material tan altamente inflamable como es la política lingüística. El asunto a menudo parece tabú. Pero ayer se abordó en un acto organizado por los colectivos Euskara Denontzat y Federalistas del País Vasco en la Juntas Generales de Bizkaia bajo el título ‘Complejidades y retos de la política lingüística vasca’.

Se habló del franquismo, de la euskaldunización como objetivo absoluto, del deseo de ser funcionario, de las incoherencias de los padres que hablan en euskera a los hijos pero viven en castellano frente a ellos, de la supuesta ofensiva judicial contra la lengua vasca, de ETB, del derecho frustrado a vivir en la lengua propia... Hubo criterios diversos entre los ponentes y luego entre el público y no pasó nada malo. Quienes establecieron la conversación, fueron Alberto López Basaguren, catedrático de Derecho de la UPV/EHU y miembro de Federalistas del País Vasco; Zelai Nikolas Ezkurdia, letrada de la Administración pública vasca y miembro de Gure Esku Dago; y Pello Salaburu, miembro de Euskaltzaindia y exrector de la UPV/EHU.

Arrancó Basaguren felicitándose por el avance del euskera en las últimas cuatro décadas, hasta cotas entonces inimaginables, pero alertó de sus fragilidades: «Se ha olvidado que el objetivo de la política lingüística es garantizar que cualquier hablante pueda relacionarse con la Administración pública en cualquiera de las dos lenguas oficiales»; frente a ello, se ha ido a perseguir «la absoluta euskaldunización sin asumir que el euskera es socialmente minoritario». Es decir, a su juicio, «se ha perdido de vista la realidad sociolingüística». Frente a ello, defiende que «no se pueden pisotear los derechos de ningún tipo de hablante» y recuerda algo que «deberíamos haber aprendido en el franquismo: a la sociedad no se la puede cambiar por decreto». Eso sí, también admitió que «la mayoría de quienes hablamos euskera vivimos en lugares donde el euskera es minoritario».

Paz lingüística en riesgo

En esto se fijó Zelai Nikolas al señalar que «para que su uso se incremente hay que tener una red donde poder hablar euskera con normalidad». Ese es, a su juicio, el reto. Y para ello apuesta por tejer complicidades con quienes no dominan el idioma pero sí lo entienden, buscando nuevos códigos de comunicación que permitan la convivencia. «Hace falta cultura democrática y el euskera debe ser el eje porque es nuestra lengua propia». En este sentido, lamentó que «en España un español puede vivir sin dificultad hablando español, y en Francia no hay dificultad para vivir en francés», mientras que aquí «un euskaldun no puede hacerlo». Así que el desafío es que «la comunidad vascohablante pueda desarrollarse» en una autonomía «donde el euskera es oficial».

Salaburu, por su parte, aprecia cambios entre la atmósfera que se respiraba cuando se insuflaron los alientos al euskera en los años 70 y los tiempos actuales: «Los jóvenes hoy en día no sienten el euskera para nada como lo sentíamos nosotros». Además, hay fenómenos novedosos, como el hecho de que «comienzan a escucharse críticas en contra de los privilegios de los euskaldunes». Pero, sobre todo, puso el foco sobre la inmigración, sobre el hecho de que hay cada vez más personas procedentes de otros países que son necesarias para Euskadi pero que, en términos de euskaldunización suponen un reto añadido. «Hace falta una reflexión».

Se habló sobre muchas más cosas: de que los jóvenes salgan del sistema educativo sin habilidad para expresarse bien, de que las políticas lingüísticas sean similares en Lesaka que en Valdegovía, del IVA en la feria de Durango y del temor a riesgo la paz lingüística.

«Comienzan a escucharse críticas en contra de los privilegios de los euskaldunes»