400 vecinos apadrinan a jóvenes sin techo en Getxo para que dejen la calle
Casi 400 voluntarios participan en un itinerario social y formativo que busca salvar a los ‘chicos del bosque’
LEIRE PÉREZ
Doscientos jóvenes duermen al raso en Getxo. Un grupo de vecinos ejercen de mentores desde 2020, les acompañan a diario y ayudan a encontrar un futuro mejor.
GETXO. De los 2.000 jóvenes que, según las ONG, viven en los bosques y calles de Bizkaia –la mayoría en Bilbao–, dos centenares duermen al raso en Getxo. Pero en la localidad de la Margen Derecha hay respuesta. Cuatrocientos voluntarios se han movilizado en este municipio para afrontar este «drama humanitario» en un programa único en Bizkaia. Jueces, profesores, médicos, periodistas, expolíticos y trabajadores de un sinfín de sectores hacen de mentores, maestros y acompañantes de estos chavales para que les sea más fácil encontrar su lugar en la sociedad. Entre ellos, el expresidente del Tribunal Superior de Justicia, Juan Luis Ibarra, la profesora Marisol Fuentes y Agurtzane Begoña, extrabajadora del ámbito sanitario.
El origen de este movimiento solidario hay que buscarlo en la pandemia. Con el estado de alarma el Gobierno vasco obligó a los ayuntamientos a habilitar albergues improvisados para atender a los ‘sin techo’. Una vez solucionada la crisis sanitaria, el Consistorio de Getxo no quiso que la treintena de personas a la que prestó ayuda volviera a la calle. Les pagó una habitación y se implicó en su formación. El resultado fue más que satisfactorio. Dejaron de deambular.
Con ese precedente, el Ayuntamiento contactó con la asociación Pertsonalde, que trabajaba con refugiados, y luego con San Nikolas Zabalik, que había realizado acogidas de chavales derivados de la Fundación Harribide de Etxebarri. Quería sumarles a una gran red, un modelo comunitario con 300.000 euros de inversión anual. Lo importante no era el presupuesto, sino el componente humano. Nacía así el programa Bidebarri.
Se incorporaron más asociaciones –como la claretiana Sortarazi– y se avanzó hacia un modelo de vulnerabilidad con tres fases hasta la integración real. No es cuestión sólo de dar ayudas económicas, «es formarles y tejer redes». Que los ‘chicos del bosque’ tengan un hombro en el que llorar, una persona que les ayude a levantarse cuando se caigan, «porque les sucederá continuamente en su viaje hacia una vida mejor», advierten los impulsores. Estos son algunas de las historias forjadas en estos cuatro años.
Juan Luis Ibarra / Oussama Expresidente del Tribunal Superior / Trabajador metalúrgico «Sin Juan Luis no hubiera llegado donde estoy ahora»
Año 2020. Quien fuera durante la última década presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra, había colgado la toga y al trajín de ser abuelo se le añadió otro trabajo no menos gratificante: ser mentor y poner su gran perfil profesional al servicio de Oussama, un joven marroquí cuyo sueño era «vivir en Europa». En su viaje hacia Bélgica, se detuvo en Bizkaia. Su hermano vivía también en la calle en Bilbao. Sin un techo en el que resguardarse, ocupó, junto a otros dos jóvenes, una casa abandonada en La Galea. «Me iba a la biblioteca a estudiar castellano, porque era la única opción de protegerme del frío», recuerda. El estallido de la pandemia le brindó una oportunidad. Fue uno de los treinta jóvenes que merodeaban por la calle y a los que Getxo trasladó a un improvisado albergue en el polideportivo de Andra Mari. «Teníamos mucho miedo, pensaba que había hecho el esfuerzo de venir para morir», recuerda.
Lo que no sabía es que formaría parte de una experiencia piloto en la que iba a estar acompañado por nada menos que un exmagistrado y doctor en Derecho. «El primer día fue curioso, una experiencia diferente. Él pensó que de qué iba a hablar con un señor de setenta años y yo con un chaval que acababa de llegar», echa la vista atrás Ibarra. No tardaron en congeniar. «Fue muy fácil porque quisimos hacer una relación entre iguales. Yo tenía mucha curiosidad por saber de su mundo, de qué le había llevado a jugarse la vida para venir aquí».
Una vez a la semana paseaban durante hora y media. Hablaban de lo «humano y lo divino». «Le contaba que Bizkaia es una tierra de inmigrantes y se forjó con la industria. Nos dio para muchas charlas», comenta satisfecho el maestro. «Sin él no hubiera llegado
Agurtzane Begoña Extrabajadora de Sanidad
«Se les cambia la cara en cuanto se empiezan a formar y acceden al sistema, muestran entonces otra disposición»
Ibrahim Estudiante de carpintería
«Duermo solo en una tienda en el bosque, sin hacer mucho ruido para que no me desaloje la Policía»
Juan Luis Ibarra, de pie a la derecha, junto a Omar, Marisol Fuentes y Agurtzane Begoña, sentados, e Ibrahim y Oussama, en la parte de arriba. donde estoy ahora», se felicita Oussama. Fueron dos años de mentoría. El joven contaba para todo con el exmagistrado. «Yo ponía la cara, le ayudé a abrir una cuenta en el banco cuando se la cerraron, me tuve que poner serio con una funcionaria que no le quería homologar el título...», enumera. «Pero no fue únicamente ayudarle yo a él, para mí también fue un aprendizaje», señala. El getxotarra le abrió el gusanillo de
Marisol Fuentes Exmaestra
«Me dolía en el alma verle dormir en una tienda de campaña, le daba clases de castellano y veía su voluntad y capacidad»
Omar Estudiante de carrocería
«Estoy mejorando. La vida en la calle es muy dura, pero estoy estudiando y trabajaré para ayudar a mi familia en Marruecos»
la literatura. «Moby Dick fue el primer libro que leí en castellano», relata satisfecho el joven.
Oussama estudió hostelería, pero trabaja en la actualidad en una empresa de galvanizados. Conoció a su pareja, una joven de Barakaldo, y está completamente integrado en la sociedad local. La relación de «amistad» se mantiene en el tiempo. El propio Juan Luis Ibarra oficializó el matrimonio de ambos en el Palacio de Justicia.
«Ha sido una experiencia muy enriquecedora, una verdadera amistad, lo que él me contaba no salía de nuestras conversaciones y lo que yo le dije tampoco», destaca el joven.
Marisol Fuentes / Omar Antigua maestra / Joven tutelado «La convivencia hace que quites el miedo al diferente»
«Me dolía el alma. A Omar le conocía porque le daba clases de castellano casa. Convivió con él una semana. Fue su enlace a un piso compartido con otros chavales, después de acceder al programa de vulnerabilidad, que financia el Ayuntamiento getxotarra. «Durante seis meses estuve viviendo en una tienda de campaña, había atravesado el Sáhara y cruzado el Estrecho en patera», reconoce el chaval. «La acogida no parecía fácil, yo era una señora mayor sola, él un chico joven que venía de una cultura con diferentes tradiciones», resume Marisol. Pero ella tenía claro que quería convertirse en un «puente» que le sacase de la situación de exclusión social a la que se estaba exponiendo. Era un joven con sus capacidades intactas y estudios de Bachillerato, pero a la vez un equilibrista que en cualquier momento podía caerse del estrecho cable por el que caminaba. «Veníamos juntos a clase, comíamos y luego cada uno hacía sus cosas», recuerda ella. «Ha sido una experiencia súper enriquecedora, quitas el miedo a lo diferente, incluso me cuidaba a mí, en vez de yo a él, no me dejaba ni fregar. Encontrar esta posibilidad, que me esperase alguien cada mañana después de haberme jubilado, me hacía levantarme».
Omar ha logrado hacerse un hueco en el sistema. Estudia un curso de FP de Carrocería en la Fundación Peñascal. «Estoy mejorando, ha sido muy duro, la vida en la calle es muy difícil, no tienes comida, ducha, nada, pero podré buscar un trabajo para ayudar a mi familia en Marruecos».
Juan Luis Ibarra Expresidente del TSJPV
«Pero no fue únicamente ayudarle yo a él, para mí también fue un verdadero aprendizaje. Una relación en igualdad»
Omar Trabajador metalúrgico
«Ha sido una experiencia muy enriquecedora, una verdadera amistad. Lo que nos contábamos no ha salido de esas charlas»
y sabía que vivía en la calle», inicia su relato Marisol Fuentes, voluntaria desde hace seis años en Pertsonalde. «El esfuerzo que hacen por intentar sobrevivir es sorprendente. Es cierto que con él tenía más ‘feeling’ que con otros porque le veía mucha voluntad», recuerda la antigua maestra. Y a pesar de las «dudas iniciales», no dudó en acompañarle en su proceso de integración y abrirle las puertas de su
Agurtzane Begoña / Ibrahim Extrabajadora de Sanidad / ‘Joven del bosque’ «Son unos grandes, unos supervivientes»
Con la Guerra de Ucrania Agurtzane Begoña, vecina también de Getxo, comenzó a cuidar a los hijos de las ucranianas que habían llegado a Bizkaia para que pudieran recibir clases de castellano e integrarse. Terminada esa crisis humanitaria, decidió que su labor de voluntariado debía continuar. El perfil cambió hacia jóvenes magrebíes. A su lado está desde hace varios meses Ibrahim, un joven que se forma como carpintero y que lleva «diez» meses en los bosques de Getxo. «Duermo solo, sin hacer mucho ruido porque si hay grupos la Policía nos quita todo y nos desaloja; a las seis de la mañana me levanto y voy a clase para perfeccionar mi oficio de carpintero», dice.
Llegó a Getxo, a diferencia de sus compañeros, por la ruta de los Balcanes, un camino que le endureció para soportar el frío y la lluvia, pero también la soledad y las miradas de desconfianza. «Son unos supervivientes, mira cómo viven», le alaba Begoña. Ella le escucha, es un vinculo de unión con una sociedad que a veces se muestra díscola frente al diferente. Entabla conversación con él, se muestra cercana, pero además le prepara desayunos y meriendas para que tenga algo que llevarse a la boca. «Se les cambia la cara en cuanto acceden a la formación y entran en el sistema. Aunque sigan durmiendo en la calle, viven con más esperanza».
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