Nuria Espallargas lleva 14 en Noruega. Basta un recorrido por los diarios nacionales y ver los premios que ha recibido para darse cuenta de que están muy orgullosos de lo que ha logrado. Su experiencia le dice que hay una diferencia muy grande entre ambos países, aparte del «complejo de inferioridad por el que nos parece que lo de fuera siempre es mejor». Y es el tamaño.

«En Noruega solo son cinco millones de personas, pero no les gusta estar por debajo de los demás. Siempre hacen cosas para reivindicarse», cuenta esta investigadora. Cuando llegó en 2007, el país había empezado una campaña para internacionalizar las universidades y atraer gente de fuera. «Estaba en el sitio adecuado y en el momento justo. El mundo funciona así», reconoce.