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El fértil secreto de William Brodie

Aniversario. Se cumplen ciento treinta y cinco años de la publicación de ‘El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, novela de Robert Louis Stevenson basada en un suceso de su Edimburgo natal

La longitud de la Royal Mile de Edimburgo sorprende y fatiga al forastero. No hay truco ni misterio: el nombre responde a la medida de una milla escocesa, algo más extensa que una milla tradicional. Esta avenida imponente atraviesa el corazón de la capital para conectar el emblemático castillo del siglo XI con el palacio de Holyrood, residencia oficial de la reina cuando visita Escocia. A ambos lados de la milla, late la ciudad en un perpetuo homenaje a su historia, conciliando los hallazgos de la modernidad con una tradición sostenida en el valor de la palabra escrita.

Si uno se ve con ánimo de esquivar las propuestas turísticas y hosteleras y presta atención a la omnipresente piedra gris del entorno, reparará, sin duda, en las estatuas que celebran las vidas y las obras de David Hume y de Adam Smith, pensadores amigos, en los tiempos –siglo XVIII– en los que Edimburgo fue conocida como la Atenas del Norte. Separados apenas por unos pocos metros, ambos monumentos se alzan muy cerca de la catedral de Saint Giles, gran institución del presbiterianismo, confesión fundada en el siglo XVI en Escocia por John Knox y raíz de todo lo que vino después.

Knox había vuelto de Ginebra para difundir la buena nueva protestante (calvinista) entre sus conciudadanos, a quienes animaba a alcanzar la salvación a través de la lectura. El carácter horizontal y asambleario (hoy diríamos inclusivo) del nuevo enfoque religioso, el adelgazamiento del ritual y la apuesta por la ‘Sola Scriptura’ estimularon la alfabetización del personal. Todos los ciudadanos debían tener la posibilidad de leer los textos sagrados sin dejarse llevar por dogmas exteriores o jerarquías indiscutibles. La Biblia se convertía en un elemento central en los hogares escoceses.

Una sociedad alfabetizada, dice la leyenda, cae menos fácilmente en los fanatismos (la Europa del siglo XX contradice, sin embargo, cualquier expresión optimista en este sentido). Si esa querencia por la cultura autosuficiente choca contra un poder considerado extranjero, aumenta la cohesión grupal. Los reyes de Inglaterra no vieron con buenos ojos la tendencia democrática de los presbiterianos y trataron de imponer un retorno a las costumbres del anglicanismo, desatándose conflictos más o menos sangrientos durante los años posteriores.

PABLO SÁNCHEZ

«En Escocia confluyen tradiciones impuestas a la fuerza o propias de una población de frontera»

Semillas

Este enfrentamiento centenario entre los ingleses y los escoceses, en el que las diferencias religiosas y políticas se funden y se confunden para alumbrar odios e incomprensión mutuas, tuvo, por supuesto, su proyección literaria. Figuras como las de Robert Burns (1759-1796), poeta popular y nacional por excelencia en dialecto escocés, o Walter Scott (1771-1832) mantienen una contradictoria relación política y cultural con sus vecinos del sur. La polémica –como diría Sartre sobre Camus– es otra forma de estar juntos. Mientras Burns se dedicaba a componer versos colmados de crítica contra sus vecinos del sur, sin descuidar sus responsabilidades de hombre de campo, Scott mantuvo una relación de ida y vuelta con Inglaterra. Se dice, incluso, que la admiración que su obra despertaba en Londres allanó el camino para una cierta reconciliación entre los bandos.

La vía de costumbres clandestinas, que confirma el abismo entre la vida pública y la privada –piensen que, en los años de mayor represión, hasta la destilación del whisky estuvo prohibida en Escocia–, fue siniestramente encarnada por William Brodie, un empresario, fabricante de muebles, del siglo XVIII, muy querido en Edimburgo, que, en 1778, murió ahorcado tras descubrirse una secreta y nocturna actividad de ladrón. Brodie aprovechaba su especialidad en el diseño y construcción de cerraduras para armarios y la ponía al servicio del crimen. La seguridad que garantizaba durante el día la deshacía por la noche.

Otro ilustre hijo de Edimburgo, el escritor Robert Louis Stevenson (1850-1894), atraído por esta doble faz del hombre de bien, publicó en 1886 su famosa novela corta ‘El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, basado en las peripecias de Brodie, archiconocido relato sobre el mal como elemento de posible destilación y sobre las múltiples identidades que conviven en un mismo individuo, capaz de ocultar su querencia por la depravación bajo una fachada de respetabilidad.

En Edimburgo y en toda Escocia confluyen tradiciones distintas, impuestas a la fuerza o sembradas por una población de frontera. En muchos casos, se habla orgullosamente de las cuatro lenguas que coincidían en su territorio: el latín, el inglés, el gaélico y el escocés, como en España echamos mano de las ‘Tres culturas’ para oponerlas a la ‘Leyenda negra’. La proliferación de anécdotas que contradicen la historia con perspectivas antagónicas y, a menudo, sobrenaturales, envuelve la región con un halo de irrealidad y gusto por el misterio. No en vano, la Universidad de Edimburgo es de las pocas que mantiene una oferta curricular en parapsicología.

Lo oculto y lo visible, los idiomas privados y los episodios de bonhomía y crimen respiran en una ciudad que guarda otras muchas ciudades en su interior. Hablamos de los ‘close’, callejones que, a menudo, abrían la entraña de la tierra hacia pasadizos subterráneos, donde habitaban los más pobres, estableciendo una vida paralela, inferior, en general, a la del resto de ciudadanos. Allí eran la suciedad, la miseria y la peste. Las voces de esa ciudad oculta bajo el suelo y una convivencia forjada históricamente por la protección frente a los invasores dibujaron en el corazón de Edimburgo las señales de una cosmovisión alternativa a la del poder, repleta de episodios mágicos.

No es de extrañar que una joven y desempleada J.K. Rowling encontrara hace muchos años, mientras paseaba a su bebé por el céntrico cementerio de Greyfriars, la inspiración para emprender su muy rentable saga de Harry Potter. Al parecer, allí los turistas se marean por el exceso de ectoplasma. De hecho, las autoridades han clausurado ciertas partes del recinto para evitar encuentros indeseados.

PERFIL

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2021-10-22T07:00:00.0000000Z

2021-10-22T07:00:00.0000000Z

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