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LOS CONDES DE WESSEX, EL HIJO DISCRETO DE LA REINA. ISABEL

POR CAMILLA TOMINEY / FOTOGRAFÍA: PHILIP SINDEN

Son los royals más discretos. El príncipe Eduardo y su esposa, Sofía Rhys-Jones, condes de Wessex, han ganado un nuevo protagonismo tras la marcha del príncipe Harry y Meghan Markle a Estados Unidos y la renuncia del príncipe Andrés a toda actividad pública. Cien días después de la muerte de Felipe de Edimburgo, el hijo pequeño de la reina Isabel y su mujer conceden una entrevista conjunta.

TRAS LA MARCHA DE HARRY Y MEGHAN A ESTADOS UNIDOS Y LA RENUNCIA DEL PRÍNCIPE ANDRÉS A TODA ACTIVIDAD PÚBLICA, EL HIJO PEQUEÑO DE LA REINA ISABEL Y SU ESPOSA SE HAN CONVERTIDO EN LOS NUEVOS 'ROYALS' DE MODA. CUANDO SE ACABAN DE CUMPLIR CIEN DÍAS DE LA MUERTE DE FELIPE DE EDIMBURGO, EDUARDO Y SOFÍA CONCEDEN LA PRIMERA ENTREVISTA CONJUNTA.

SOFÍA, LA CONDESA DE WESSEX, me cuenta lo que tengo que hacer para arreglar el maltrecho seto de mi jardín mientras su marido, el príncipe Eduardo, sirve el té. «No haga caso a los perros –dice el hijo menor de la reina de Inglaterra–. Están como un cencerro», bromea al ver que Mole, el cocker de la familia, se sube a su regazo. En paralelo, Teal, el labrador, se pone a juguetear con la planta de mi pie.

Han pasado algo más de cien días desde el fallecimiento del duque de Edimburgo y el matrimonio hace gala de entereza. Aun así, a la condesa todavía se le humedecen los ojos al describir el momento «más duro» del funeral: «Cuando el oficial ordenó a los soldados que apuntaran con sus armas al suelo» y agacharan la cabeza en señal de respeto ante la llegada del coche fúnebre, un Land Rover modificado. «El tiempo se detuvo», agrega.

Poco después, su marido –con quien lleva 22 años casada– echaba a andar tras el ataúd. «Sentí un nuevo mazazo. La ceremonia era restringida y que fuéramos tan pocos la hizo aún más emotiva».

El conde, por su parte, se sintió abrumado cuando el cortejo entró donde iban a descansar los restos del duque. «Pasé al interior de la capilla de San Jorge y tuve una sensación extraña al ver la nave completamente vacía». Debido al coronavirus, solo 30 personas estaban presentes y la reina tuvo que permanecer sentada a dos metros de sus familiares. «Cuando estás en medio del ceremonial, no te haces una idea de cómo se estará viendo desde fuera. El hecho de que fuera tan íntimo resultó doblemente sobrecogedor», confirma Eduardo. «En un momento tan íntimo olvidas que muchísima gente está viéndolo todo desde sus casas», subraya Sofía. La estampa de la reina con mascarilla y sentada en soledad les llegó al alma.

Más tarde, al contemplar en la pantalla la ceremonia, se dieron cuenta de la conexión que se estableció con «tantas otras familias que se han visto

obligadas a enterrar a sus seres queridos sin apenas compañía». «Lo sentí enormemente por los amigos y parientes de Felipe, por las personas que trabajan en sus fundaciones y que no pudieron venir a rendirle homenaje. Como les pasó a tantísimas otras familias, por otra parte», dice la condesa. Lo medita un momento y añade: «El servicio fue muy hermoso. Sin alharacas, como a él le habría gustado».

LA TRÁGICA NIÑEZ DEL DUQUE DE EDIMBURGO

Enrique, el duque de Sussex, llegó en avión desde Los Ángeles para estar en la ceremonia. La condesa prefiere no abordar las tensiones entre él y la familia, pero asegura que «fue bueno» hablar largo y tendido con Enrique en el castillo de Windsor tras el funeral.

¿Él y su marido han visto la famosa entrevista con Oprah Winfrey?

Se miran el uno al otro, como animándose a responder primero.

«¿Oprah, qué?», dice el conde con una sonrisa, fingiendo ignorancia.

«Sí, ¿a qué entrevista se refiere?», ríe su mujer también.

Está claro que lo saben. Y, al oírlos, me digo que la fama de discretos que tienen mis interlocutores, «los miembros más fiables de la Casa Real británica», está más que justificada.

Seguimos conversando una hora en su residencia, catalogada como Patrimonio Histórico, hasta que se marchan a recoger a sus dos hijos al colegio. Lady Louise Windsor, de 17 años, y James, vizconde de Severn, de 13. Según me dicen, los dos siguen esperando que cualquier día su abuelo aparezca de visita al volante de su Land Rover.

El conde y la condesa han accedido a esta entrevista para rendir tributo al duque de Edimburgo. Es la primera en común que conceden.

«Muchos se sorprendieron al enterarse de lo difíciles que fueron sus comienzos –indica el conde–. Pero el duque era poco más que un refugiado cuando llegó a nuestro país». Después de que su padre, el príncipe Andrés de Grecia, se viera obligado a abandonar su país natal como consecuencia de la guerra grecoturca, Felipe llegó a Gran Bretaña solo, tras verse separado del resto de sus familiares. El pequeño tenía solo 7 años. Encontró su salvación en Gordonstoun, el internado escocés en el que estudió, y más tarde en la Armada, en la que se desempeñó con valentía durante la Segunda Guerra Mundial. «La gente que conoce su etapa en Gordonstoun y en la Marina se hace mejor idea del personaje –indica Eduardo, de 57 años–. Pocos estaban al corriente de la tragedia que marcó su niñez. Su trayectoria posterior se entiende mejor, al igual que los valores que siempre defendió».

Tras la muerte de Felipe de Edimburgo –y de la 'espantada' de Harry y Meghan– se ha hablado bastante de la 'reaparición' de los condes de Wessex, que se casaron en el castillo de Windsor en junio de 1999. Con humor, Sofía apunta: «No sé qué pensaba la gente, la verdad, tampoco era que estuviésemos escondidos».

"El duque de Edimburg era p c más que un refugiad cuand lleg a nuestr país. Casi nadie c n cía su tragedia" – Eduardo–

Tras haberse pasado 22 años cumpliendo con sus obligaciones sin mucha fanfarria, los Wessex vuelven a verse en el disparadero porque se dice que el príncipe de Gales tiene proyectado «recortar el volumen de la institución monárquica» cuando le llegue el momento. Después de que, en noviembre de 2019, el príncipe Andrés renunciara a toda actividad pública por su relación personal con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein, el matrimonio se encuentra con renovadas presiones para cubrir el hueco dejado por él. En 2019, Eduardo participó en más eventos que la propia reina, y Sofía en más que el príncipe Guillermo, su esposa, Catalina, y Camila juntos.

Y bien, ¿qué dicen estos dos 'soldados rasos' de la realeza al verse en el foco de atención? «Yo creo que es todo un privilegio», responde Eduardo, quien en 2002 presentó la dimisión en Arden –la productora de televisión que dirigía– para dedicarse a tiempo completo a sus reales deberes. Al igual que su esposa, que también ha renunciado a una envidiable carrera profesional en el campo de las relaciones públicas. «De forma inevitable, con el paso del tiempo, la opinión pública va prestando mayor atención a los miembros más jóvenes de la familia real –admite Sofía–. Hemos tratado de llevar nuestras funciones

del mejor modo posible, lo que no siempre es fácil. Y de pronto se ha dado una especie de paréntesis y las cosas han cambiado un poco. Como es natural, los medios de comunicación se esfuerzan en dar con caras nuevas con las que llenar el vacío. Pero, vamos a ver, ¡nosotros llevamos mucho tiempo haciendo todo esto! Si la gente ahora presta más atención a lo que hacemos, por nosotros perfecto; eso es bueno para las asociaciones que dirigimos y el trabajo que tratamos de realizar». Por su parte, Eduardo apunta que su madre «no puede dejar el cargo, evidentemente» y agrega que «ella se obliga a estar en la brecha en todo momento. Hace falta apoyo, y en eso estamos».

Conviene recordar que Eduardo heredará el título de su padre, duque de Edimburgo, cuando su hermano mayor acceda al trono. Sofía recuerda que, dos días antes de su matrimonio, el príncipe Felipe se acercó a preguntarle a su hijo menor (y el favorito, según algunos) si estaba dispuesto a convertirse en el próximo duque de Edimburgo. «Nos quedamos asombrados. Vino por sorpresa, me hizo la pregunta y pidió que lo pensara bien y le diera mi respuesta».

Da la impresión de que el conde de Wessex casi trata de pedir disculpas por ello, pues reconoce que «en teoría» el título tenía que recaer en su hermano el duque de York. «La perspectiva me resulta un poco agridulce, pues tan solo podré acceder al título tras la muerte de mi madre –explica–. Como siempre, la Corona tendrá la última palabra».

«Mi padre estaba empeñado en que el título perviviera, pero no lo hizo rápido y no llegó a ofrecérselo a Andrés. Por eso, al final habló con nosotros. Lo que fue precioso, todo un detalle por su parte».

El duque de Edimburgo no estuvo presente en el nacimiento de sus tres primeros hijos, pero cuando la reina se quedó embarazada por cuarta vez insistió en estar en el parto. En ningún momento se soltó de su mano. No es de extrañar, por tanto, que Eduardo –'el bebé' de la familia real– estuviera tan unido a su madre y a su padre.

Educado en Cambridge, el príncipe empezó a salir con Sophie Rhys-Jones –por entonces, una relaciones públicas que dirigía su propia empresa– en 1993. La prensa británica se deshizo en elogios, por su imagen de «chica normal y corriente», hija de un director de ventas. A pesar de las comparaciones con Diana, fallecida dos años antes, la condesa prefirió mantener un perfil bajo. Y no tardó en ganarse la confianza de la reina.

UN CONFINAMIENTO CONFORTABLE

Durante la pandemia y sin posibilidad de integrarse en la 'burbuja real', los Wessex –al igual que tantas familias– se vieron obligados a encontrarse con la reina y el duque a distancia, por mucho que físicamente estuvieran en el castillo de Windsor. «Salían a saludarnos al balcón, que está a unos seis metros de altura –explica Sofía–. Nos saludaban con la mano. Les gritábamos alguna cosa

"Los medios se esfuerzan por que haya caras nuevas que llenen el vacío . Pero , vamos a ver ,¡nosostros llevamos mucho tiempo haciendo esto !" – Sofía–

Su padre propuso a Eduardo que heredara el tîtulo de duque de Edimburgo, aunque le correspondia a Andrés. "No Ilegô a ofrecérselo y al final hablô eon nosotros"

"Durante el confinamiento , la reina y el duque nos saludaban desde el baleón de Windsor... Les gritábamos y nos respondían a gritos"

"Somos una familia. No importa lo que pase, siempre lo seremos"

y nos respondían a gritos. Siempre hacía mucho viento –o eso parecía– y casi no nos oíamos».

Durante el confinamiento, amantes de la naturaleza, los Wessex salían a pasear los perros con frecuencia. «Como puede ver, tenemos espacio de sobra –indica Sofía–. Tenemos esa suerte, no podemos quejarnos, desde luego». La condesa asegura que no se dieron discusiones familiares, a pesar de tener dos adolescentes en la casa. «Si en algún momento se daba un conato de discusión, siempre les decía lo mismo: '¡Mejor salid a dar una vuelta!'. Cuando volvían, todo estaba olvidado. Louise acostumbraba a salir en bicicleta y a James le encanta pasear por la naturaleza por su cuenta, de modo que no había problema. Hubo días en los que todos estábamos un poquitín bajos de ánimo, pero…, claro, con este entorno del que disfrutamos, nuestra situación era incomparablemente mejor que la de tantas y tantas personas que no tienen esta suerte en la vida. Me hago cargo de lo que tuvo que ser estar encerrados en un pequeño piso en lo alto de un bloque de viviendas, y lo siento muchísimo por ellos».

Comento que sus hijos –a diferencia de Guillermo y Harry, crecidos cuando la reina y el duque pasaban meses enteros en el extranjero– son los nietos que han pasado más tiempo en compañía de sus abuelos. «A la pobre reina no la hemos dejado en paz, hemos pasado más tiempo en sus palacios de Norfolk y Escocia que ningún otro en la familia». De vacaciones en las tierras altas escocesas en 2003, Sofía tomó una estupenda fotografía de la reina y el duque sentados en la hierba. La imagen fue hecha pública la mañana previa al funeral de Felipe. «Me acuerdo perfectamente del momento y del lugar», dice Eduardo, echándose a reír cuando su mujer comenta: «Su alteza real no es muy amiga de los fotógrafos, como sabemos. ¡Menos mal que no me mandó a paseo!».

Al acordarse de los buenos tiempos que pasaron juntos, la condesa explica que «el hecho de vivir tan cerca siempre fue de ayuda. Windsor está a 15 minutos de carretera, así que nada más fácil que acercarnos de visita. Y, claro, a los críos les encantaban los ponis del parque y nos acercábamos cada dos por tres».

Sonríe a su marido y reconoce con sinceridad: «Fue una gran suerte que los niños tuvieran tanto contacto con ellos».

Una pausa. Con un deje melancólico, pues seguramente está pensando en esta época tan difícil para la Casa de Windsor, Sofía añade: «Seguimos siendo una familia y vamos a seguir siéndolo. Pase lo que pase». ▪

Sumario

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2021-07-25T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281715502631435

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