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Una playa en el asfalto

Por Leticia Vila-Sanjuán

Es como si el inicio del verano pusiera el contador del año a cero: esperamos su llegada para saber cuál será la canción del verano, el libro del verano, el amor de verano. Durante unos meses todo es posible de nuevo: desinhibirnos al ritmo de esa canción que no para de sonar, reunir el valor suficiente para hablarle a esa persona, leer todas las novelas que hemos ninguneado durante la primavera. En el imaginario colectivo, verano es alegría y aventura, un escenario de película de Luca Guadagnino (y con un poco de suerte, tener una historia como las de los protagonistas de una de esas películas). En El gran Gatsby Scott Fitzgerald escribía: "Con la luz del sol y la explosión espléndida de las hojas que crecían en los árboles como crecen las cosas en las películas a cámara rápida, tuve la certeza de que la vida vuelve a empezar con el verano".

Con la llegada del calor y el fin gradual de las restricciones, vivir en las ciudades se empieza a parecer a esa vieja normalidad que tanto ansiábamos. Los ánimos se levantan, las terrazas se llenan de gente y leemos artículos sobre el fin del languidecimiento y el inicio del florecimiento.

Tras el letargo de un invierno que parecía interminable, los botellines de cerveza invaden de nuevo los barrios y las sandalias las aceras. Y sus habitantes nos preparamos para buscar nuestro siguiente destino: otra ciudad, otra playa, cualquier lugar donde el césped sea más verde y donde exista la promesa de una nueva aventura.

En 2014, la escritora Zadie Smith publicó un ensayo titulado Find your beach (Encuentra tu playa). En él describía el gigantesco cartel publicitario de una marca de cerveza que veía desde su apartamento neoyorquino en la calle Houston, en el Soho. El cartel ocupaba todo el edificio de enfrente. Cada vez que se sentaba a escribir, lo hacía con vistas a una enorme playa paradisíaca en la que solamente se veía una botella de cerveza fría y junto al logo de la marca, una frase: "Encuentra tu playa". Ese cartel la confrontaba día tras día con lo que le parecía un lema manido de autoayuda: "Encuentra tu playa, encuentra tu felicidad, encuentra tu alma, encuéntrate a ti mismo".

Smith cree que para encontrar una playa en mitad del cemento de Manhattan hay que estar hecho de una pasta especial: la búsqueda incansable de la felicidad se acentúa especialmente en la Gran Manzana y la presión de encontrar esa playa le parece agotadora e irreal. Hay algo de ingenuidad en querer creer en las frases simples o en los lemas de autoayuda. Y "Encuentra tu playa" transmite esa idea tramposa de que si quieres puedes, de que alcanzar el oasis está en tu mano.

Hace unos días estaba sentada en una terraza y se paró enfrente de mí un enorme camión de cerveza con el cartel oxidado y descolorido de la campaña de la que hablaba Zadie Smith hace años. Me quedé mirando de nuevo la imagen y esa frase. "Encuentra tu playa”. Entonces pensé que a pesar de todo tal vez el eslogan publicitario escondía un mensaje que podía ser valioso. Que quizá este verano todo gire en torno a intentar encontrar nuestra playa en el asfalto, a tratar de crear un refugio que podamos llevar a otras ciudades. De entender que, como escribió Camus, incluso en las profundidades del invierno en nuestro interior habitaba un verano invencible. O de saber que al menos en el edificio de enfrente sigue existiendo la ilusión de una arena impoluta y un mar de aguas transparentes.

“Quizá este verano todo gire en torno a crear un refugio que podamos llevar

a otras ciudades”

"La creatividad es extraña a veces", susurra al otro lado del teléfono Anne Imhof (Giessen, Alemania, 43 años). Resume así cómo ha sido el último año. Pandemia, sentimientos encontrados; primero parálisis, luego explosión creativa. Acaba de volver a Fráncfort desde París, donde ha inaugurado Natures Mortes, su carta blanca en el Palais de Tokyo, que podrá visitarse hasta el 24 de octubre y en otoño se completará con performances. "Este año, en cierto modo, he utilizado el trabajo como una vía de escape. Al inicio de la pandemia todo iba muy rápido, en el mundo ocurrían muchas cosas que nos afectaban a todos. Me quedé muda, no podía hablar sobre lo que estaba pasando, todo eran preguntas", reflexiona. Por eso buscó respuestas, no dejó de crear: en septiembre de 2020 colaboró con Riccardo Tisci, director creativo de Burberry, en su desfile de p-v 2021; además de la exposición de París acaba de presentar la tercera entrega de Sex –una pieza que inició en la Tate Modern y continuó en Chicago– en el Castello di Rivoli de Turín, y prepara un nuevo proyecto en Moscú para 2022.

¿Esta situación ha impulsado su creatividad?

Permanecí mucho tiempo en el mismo lugar, tenía un espacio para estar concentrada, sola. Comencé a trabajar muy estrechamente con mi pareja, Eliza Douglas [pintora estadounidense, modelo e inspiración de Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga y fundador de Vetements], en música y proyectos más autónomos...

¿Cómo es su conexión con su pareja al trabajar?

A las dos nos gusta hacer trabajo individual, pero compartimos nuestra vida y procesos creativos conjuntos. Los límites entre mi trabajo y mi vida son muy difusos, todo es una sola cosa. Y la amistad, y especialmente mi pareja, son una gran influencia. Trabajo siempre con un equipo, estamos compenetrados, nadie tiene un título o quiere méritos, simplemente estamos juntos todo el día, desde que nos conocimos en Fráncfort.

Allí estudió arte, y también vivió en una comuna y descubrió los clubes. ¿Le influyó más esa escena que la académica?

Empecé en la escuela de arte muy tarde y, es verdad, los clubes me enseñaron mucho. Yo creaba música desde otra perspectiva, pensaba que podía hacer lo que quisiera, no me planteaba su valor.

LETRA PEQUEÑA

es-es

2021-06-19T07:00:00.0000000Z

2021-06-19T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282239488583607

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