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La consolidación de la ‘monarquía electa’

Con Mitterrand, la izquierda llegó al poder por primera vez 23 años después de que el general De Gaulle fundase la V República y 13 después de Mayo del 68. Uno de los eslóganes socialistas, “cambiar la vida”, recogía este espíritu de la revuelta, y al final muchos jóvenes revolucionarios acabaron sumándose al mitterrandismo. Para algunos, en la derecha, fue un seísmo, como para el asesor del presidente saliente, Valéry Giscard D’Estaing, que alertaba de la posible llegada de “tanques rusos” por los Campos Elíseos.

El programa de los primeros meses, a contrapelo de la revolución conservadora que al mismo tiempo ponían en marcha Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en EE UU, estuvo a la altura: abolición de la pena de muerte, nacionalización de bancos e industrias, jubilación a los 60 años, quinta semana de vacaciones pagadas.

El anticlímax llegó en 1983 con el giro económico a la derecha, la política del rigor y la posterior marcha de los ministros comunistas. La fecha abrió una herida, nunca cerrada, entre la izquierda socialdemócrata y la anticapitalista.

“El 10 de mayo de 1981 supuso la primera vez que en este régimen había una alternancia, no es solo que la izquierda llegase al poder”, explica el politólogo Gérard Grunberg. “Y François Mitterrand logró que el PS aceptase las instituciones de la V República: la primacía de la presidencia, que era el elemento central de este sistema”. Grunberg recuerda que, en los años sesenta y setenta, la izquierda “continuaba queriendo derrocar lo que llamaban el poder gaullista”. Mitterrand, que había sido uno de los primeros detractores de este sistema, acabó encarnando como ningún otro de sus sucesores la monarquía electa ideada por De Gaulle.

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2021-05-10T07:00:00.0000000Z

2021-05-10T07:00:00.0000000Z

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