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El dilema de América Latina: subir impuestos o caer en el bono basura

La crisis ha hundido las arcas públicas de la región más golpeada por el virus. Una pregunta sobrevuela todas las capitales: ¿cómo pagar los platos rotos?

IGNACIO FARIZA, Madrid

Una pregunta resuena estos días con estruendo en las principales capitales de América Latina y del mundo: ¿cómo paliar el desaguisado en las cuentas públicas? Con los tipos de interés por los suelos y los mercados de deuda chapoteando aún en liquidez, no ha sido difícil para la mayoría de Gobiernos del bloque financiar el grueso de los planes de contingencia que han evitado que la crisis derivase en una depresión como la de los años treinta del siglo pasado. Pero con lo peor de la pandemia ya en el retrovisor, la recesión en sus estertores y el mundo, en fin, avistando la luz al final del túnel, empieza a ser el momento de cuadrar unos números descompuestos por el virus.

El repunte de precios de las materias primas abre una inesperada ventana de optimismo, pero la recuperación económica será una de las más lentas del mundo. Y el bloque saldrá de la pandemia, además, con más déficit y más deuda pública de lo nunca imaginado. Si antes de 2020 ya era importante buscar nuevas fuentes de financiación, tras el huracán de la covid es imperativo.

La crisis, Biden y el FMI Una triple oportunidad

Los anglosajones utilizan el término momentum para referirse al impulso, casi siempre etéreo y difuso, que recibe una idea en un punto determinado del tiempo. Y ese momentum rema hoy a favor de Estados fuertes e impuestos altos tras tres décadas de achicamiento del sector público promocionadas por la hegemonía global del reaganismo yel thatcherismo.

Por un lado, la crisis desatada por los confinamientos ha demostrado la importancia del Estado cuando el castillo de naipes económico se viene abajo. “Ha quedado muy claro su papel preponderante durante la crisis, y una de las grandes lecciones que nos deja es que los países que han podido responder mejor han sido aquellos con mayor capacidad de recaudación y un mejor sistema de protección social”, esboza Néstor Castañeda, del University College londinense. “Es una posibilidad única de vincular las reformas fiscales a todo lo que el sector público ha hecho y sigue haciendo durante la crisis”, opina Diego Sánchez-Ancochea, de Oxford.

El segundo viento de cola viene del Fondo Monetario Internacional, que en los últimos meses ha exhibido su cara más social con llamadas a subir impuestos a las rentas altas y a las empresas más rentables. Si la región siguió durante décadas y a pies juntillas las recetas que manaban del consenso de Washington, ¿no debería ahora atender sus reclamos?

El tercero llega desde la Casa Blanca. Joe Biden ha llegado a la presidencia de EE UU con más ganas de jarana de las que nadie pudo intuir. Sobre todo, en lo económico: tras vestirse de Roosevelt con billonarios planes de estímulo, el demócrata ha emprendido una cruzada fiscal con la que pretende restituir el músculo de lo público de forma progresiva.

“En algún momento ese nuevo consenso en torno al papel del Estado llegará a las élites y a los círculos de decisión en América Latina”, atisba Castañeda.

Colombia Síntesis de las dificultades

Colombia ha sido el primer país latinoamericano en lanzarse a subir tributos y su experiencia no invita precisamente al optimismo. La contestación social ha obligado a Iván Duque a dejar caer su propuesta inicial, que pasaba, entre otras cosas, por aumentar algunos tramos del IVA y por obligar a pagar impuestos a todos los que ingresan 700 dólares (500 euros) mensuales o más, informa Santiago Torrado. Así, Bogotá se proponía recaudar el equivalente al 2% del PIB en una serie de nuevos impuestos para aliviar las presiones de deuda y preservar la calificación crediticia, hoy en el alero. El Gobierno colombiano se esforzó por subrayar los componentes sociales de la reforma, que contemplaba también que el Ingreso Solidario creado para mitigar la pandemia se convirtiera en una renta básica permanente para los hogares en aprietos. La propuesta recibió un amplio respaldo entre analistas y académicos, que la veían necesaria. Pero nada de eso bastó: se estrelló con una masiva movilización en las calles que obligó a dar marcha atrás.

Calificación Las agencias, al acecho

Las agencias de calificación de riesgos salieron trasquiladas tras la crisis financiera de 2008, que no supieron ver. Pero una década larga después, su poder a la hora de decidir qué países o empresas merecen o no la suficiente confianza para que los inversores depositen en ella sus ahorros permanece prácticamente intacto. Sus avisos, en fin, siguen provocando terremotos. Y su última ronda de alertas destila un intenso aroma de preocupación sobre la salud de los erarios latinoamericanos: con un buen número de países del bloque a un paso del bono basura, las reformas fiscales también son imperativas a ojos de los S&P, Moody's, Fitch y compañía.

Desigualdad Un sistema fiscal inane

América Latina llegó a la pandemia con la vitola de ser la región más desigual del mundo y la crisis ha empeorado aún más las cosas: mientras la pobreza extrema se ha disparado hasta máximos de dos décadas —a pesar de los cuantiosos salvavidas sociales lanzados por los gobiernos—, los ricos —cuyas fortunas dependen del devenir de unas Bolsas que ya han regresado a niveles precrisis— apenas han visto erosionado su patrimonio.

Pero hay algo aún más preocupante, por su carácter estructural: según los datos de la OCDE, los impuestos y transferencias apenas reducen en tres puntos porcentuales la inequidad de ingresos, frente a los más de 15 puntos de la media de la UE. En plata: la fiscalidad apenas corrige el rumbo.

Contra el reloj 12 meses clave

Lo que ocurra en el próximo año será esencial en la definición de los nuevos marcos tributarios regionales. Primero, porque la necesidad de reequilibrar las cuentas públicas es más acuciante que nunca: todas las fuentes consultadas apuntan a la conveniencia de hacerlo antes de que la Reserva Federal empiece a normalizar su política monetaria, un derrotero que antes o después desembocará en una subida de los tipos de interés. Con el taper tantrum de 2013 aún en la retina —cuando la mera expectativa de que subiera el precio del dinero desató un seísmo en los emergentes—, a nadie se le escapa en qué se traduciría esto en América Latina: los inversores tensarían la cuerda, exigiendo un interés mayor por su dinero y poniendo en aprietos a los erarios. Ante esta tesitura, el objetivo no puede ser otro que aprovechar la calma chicha y la liquidez en los mercados para hacer los deberes antes de que lleguen curvas. Porque llegarán.

ECONOMÍA Y TRABAJO

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2021-05-10T07:00:00.0000000Z

2021-05-10T07:00:00.0000000Z

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