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Carreño arrebata a Djokovic un bronce con sabor a Grand Slam

El tenista gijonés conquista su medalla con un partido muy exigente ante el número uno del mundo, cansado y desquiciado hasta el punto de romper una raqueta y lanzar otra a la grada.

ALBERT GUASCH

Novak Djokovic era el vivo reflejo de un hombre agotado. Desde el principio del partido prácticamente. Entre punto y punto resoplaba como un búfalo exhausto. Balanceaba el cuerpo cansado en cada resto y se paseaba una bolsa de hielo por la cabeza en cada descanso. Ya había dicho al principio del torneo que llegaba a Tokio al límite. Aun así, puso un empeño físico notable, pero el aplomo de Pablo Carreño Busta le privaron de la medalla de bronce. El español derrotó al serbio y conquistó la quinta medalla de la delegación (6-4, 6-7, 6-3) en un partido que se volvió muy duro.

Carreño aprovechó la debilidad del número uno del mundo y le puso contra las cuerdas sin misericordia. Se le vio entero al jugador español, que rindió con mucha más efectividad que en la semifinal ante el ruso Khachanov. No se descentró ni cuando dejó escapar una bola de partido en el segundo set. Tampoco se dejó intimidar por una resurrección del serbio. Fue una medalla que sudó y que le exigió precisión máxima. Hasta seis bolas de partido necesitó. Fue la primera victoria de Carreño sobre el número uno. Buen sitio para empezar. «Es el mayor logro de mi vida, es algo increíble. Ni sé cómo me siento ahora mismo», dijo nada más concluir la batalla.

Ganó el primer set Carreño con la fiabilidad de una máquina engrasada. Sólido en el juego largo, mejorado en el saque y tomando las decisiones que tocaban en cada momento. Ahora paralelo, ahora cruzar la bola...

Djokovic, el tenista que se ha quedado a un palmo del Golden Slam, la proeza de ganar todos los títulos grandes en una temporada, cedió el set porque estaba flojo y Carreño, no. El gijonés parecía llevar un escudo que repelía la canícula. Solo en apariencia, porque la humedad también le hizo mella, como reconocería después.

Con la llegada de la sombra sobre la pista, Djokovic se fue recomponiendo. El sol le había succionado las energías; la sombra parecía devolvérselas. Resistió el avance del segundo set. Llegó al tie break. Carreño dispuso de una bola de partido. Pero no cazó esa oportunidad y el serbio empató.

Con la sombra cubriendo ya toda la pista, Djokovic parecía que iría a más, pero no pasó eso. Carreño se creció. «Cuando perdí el segundo set estaba muerto. Pensaba que no podía más, pero he podido». No permitió que la ocasión perdida le afectara y mantuvo la competitividad en el tercer set.

La raqueta, a la grada

El serbio, en cambio, perdió el temple. Cuando no llegó a una bola, decidió lanzar con furia la raqueta a la grada. Inaudito. Este es el hombre que una vez se metió en un lío por dar un pelotazo a una jueza en el Open de EEUU y pidió perdón. Suerte que no había nadie. Luego, con el 3-0 consumado, destrozó otra raqueta con un violento golpe a un poste de la red.

Carreño remató el trabajo con una formidable solidez, ajeno a la pérdida de papeles del contrincante, que no dejó de luchar hasta el último punto. El gijonés necesitó seis bolas de partido para rematar la faena y se añadió a la lista de una docena de tenistas españoles con medalla olímpica.

A Djokovic, por su parte, le tocaba lamerse las heridas y prepararse para otro partido, la lucha por el bronce de dobles mixto, pero optó por abandonar a su compatriota Nina Stojanovic. Una lesión de hombro, le excusó su Federación. En algunos foros era despellejado. «Lo he dado todo, lo que fuera que me quedaba en el tanque, que no era mucho».

«Es el mayor logro de mi vida, es algo increíble. Ni yo sé cómo me siento. Y eso que estaba muerto» PABLO CARREÑO TENISTA ESPAÑOL

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2021-08-01T07:00:00.0000000Z

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