STÁ BIEN que, aunque con un año de retraso, se celebren los Juegos Olímpicos de Tokio. Peor hubiera sido no hacerlo. Pero ello no quita para que sean unos Juegos alicaídos, sin esa atmósfera de exaltación que los caracteriza o caracterizaba. Todo es así en estos negros tiempos del covid-19: temeroso, a medias tintas, un tanto melancólico. Estos Juegos son más un acto de voluntad, de resistencia, que una celebración. La ausencia de público, como ocurrió en la temporada futbolística, produce una sensación de vacío anímico en los deportistas y en los telespectadores, un recuerdo de que se hace lo que se puede, pero… En todo caso, «citius, altius, fortius», es decir, «más rápido, más alto, más fuerte», el bello lema olímpico.

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