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Calero de Fuendetodos

Antón Castro

Ignoro si el alcalde de Fuendetodos se dejó caer por la exposición de Ricardo Calero en la Lonja, pero quizá debiera haberlo hecho o debería hacerlo. Así entenderían él y su equipo municipal que el artista afincado en Zaragoza, y vecino suyo, ama Fuendetodos como pocos: lo lleva en vena en un sinfín de matices y en el lenguaje de la emoción. Ricardo Calero, menudo y despacioso, es hiperactivo y quizá paradójico: tiene alma de monje, una espiritualidad casi oriental que descansa en los nombres (vacío, ausencia, nada…), es un pensador con la materia en marcha, un soñador en la mudanza de las estaciones y es un amanuense de rasmia y fraternidad: carpintero, ebanista, fotógrafo, un tipo paciente y contumaz que experimenta con el papel, la piedra, la lluvia o un disparo de bala. Con lo que sea.

Su exposición en la Lonja refleja todo eso: su gusto por el ‘happening’ en las ‘Acciones de luna’, su asimilación del mudéjar, el desembarco paulatino en un minimalismo blanco en el que intentaba decir más con menos, mediante el arrebato de la intensidad. Y luego vemos cómo intuye que la naturaleza también pinta y dibuja. El paisaje, y especialmente Fuendetodos, ocupa una de las salas más bellas. Antes, ya vemos su inmersión en la emigración, por tierra, con o sin maletas, y por el mar; es sabido que arrojó al agua pasaportes y que siguió su rastro y los recogió meses y años después como pecios contra el olvido. En ‘Espacios del sentir’ hay entrega, convicción, honestidad, protesta, afirmación de su condición de rebelde y poeta visual que le ha llevado a presentar sus obras en medio mundo y atraer sobre su atención la mirada de John Berger, a quien visitaba en su casa de campo, o la de Gervasio Sánchez, con quien ya expuso en la Lonja. La exposición de Calero plantea preguntas, invita a pensar y nos da otra hermosa lección: con qué sutileza y hondura puede exponerse el arte de hoy. ¡Cuántos matices tiene, qué belleza sencilla, qué sorpresa constante, qué llamada a la luz desde el enigma! Al final se cierra con esas carpetas que Ricardo recogió para el Archivo de los Sueños, ese espacio donde invitaba a sus paisanos a reunirse para el diálogo y la lectura. En su interior hay dibujos, poemas, fotos, cartas. Eran, son, mensajes para Goya, ese genio que resucita cada cierto tiempo no sabemos si es con cabeza o sin ella.

TRIBUNA

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2021-05-09T07:00:00.0000000Z

2021-05-09T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281818581706896

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