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Solo queda el consuelo

Tras la decepcionante derrota en las semifinales ante el Pinar Karsiyaka turco, el Casademont pugnará hoy por la tercera plaza ante el Estrasburgo francés

R. LAHOZ

ZARAGOZA. Fútbol y baloncesto se parecen más de lo que pensamos. En el fútbol, los goles no se merecen: los goles se meten o no se meten. En el baloncesto pasa exactamente igual con las canastas. El Casademont Zaragoza, un colectivo que fía su destino a la capacidad anotadora, no metió el día que tenía que meter. Encestó 79 pobres puntos en la semifinal de la Basketball Champions League (BCL), cuando su media de producción, igual en Europa que en la Liga ACB, se eleva por encima de los 87 puntos. La derrota ante el aplicado Pinar Karsiyaka obedeció a esa premisa esencial: cayó 79-84… Desalojado de la gran final por un equipo más profesional en la pista, con los roles mejor definidos, hoy peleará por el consuelo del bronce ante al Estrasburgo francés. Bronce: aleación de cobre y estaño... Lo que mola y lo que brilla de verdad es el oro. La gloria se volvió a escurrir entre los dedos.

La FIBA sigue en deuda con Zaragoza. Treinta años después del latrocinio de Ginebra perpetrado por el PAOK y su caterva, Zaragoza continúa sin el título continental que tanto merece. No cabe comparación entre la derrota macarra ante el PAOK de Fassoulas, Barlow y Prepelic, y ese partido bien ganado por los turcos el pasado viernes. Lo de Ginebra fue una crónica de sucesos sazonada por tres grandes jugadores rivales. Lo de Niznhi Novgorod, un partido decidido por un equipo que supo competir mejor cuando se deciden los partidos, esto es, si no se rompen antes, en los minutos finales. Y aquí, los turcos ganaron con todas de la ley.

Conviene hacer una auditoría de la derrota. En verdad, solo Harris, Wiley y Brussino dieron la cara, y no precisamente en los minutos finales, donde ningún jugador del Casademont tuvo valor para abanderar la ofensiva final. El histriónico Ennis, en otro partido lamentable (0 de 5 en triples y más de 35 minutos en pista), volvió a ser un lastre para el conjunto. Es lo malo de interpretar el baloncesto como un deporte individual, de esporádicas exhibiciones particulares que nunca robustecen el colectivo. La extraordinaria estadística de Brussino tampoco nos remite al tramo final. Números huecos, vacíos, vacuos, inertes, inanes en la suma final. Meter cuando hay que meter, esa fue, es y será la clave de este deporte. El resto de nombres desarrollaron un rol menos dominante en un partido nunca gobernado por el Casademont.

Y hoy, después de la decepción, después del frenazo al futuro del club, toca rehacerse, único consuelo cuando la gloria ya es imposible. Enfrente aguarda el Estrasburgo, un sólido conjunto francés que en cuartos de final se merendó a todo un Tenerife, gran favorito de la competición. Caminan por la tercera plaza de la LNB francesa, solo superados en la tabla por el Mónaco (reciente campeón de la Eurocup ante el Unics Kazan) y el Dijon, y encima del Asvel Lyon Villeurbanne de Tony Parker. La clasificación liguera ya sabemos que solo es relativa: en la ACB manda el Madrid, pero el Barça es mucho más equipo. Otra cosa es que oriente más sus esfuerzos hacia la Euroliga que hacia la Liga Endesa ACB.

Conducidos por Brandon Jefferson, con muchos exteriores atléticos con puntos (Wainright, Bohocik, Colson…), por dentro lo intentan con Morin. Si Harris y Wiley saben leer el partido, pueden ponerse las botas esta tarde. Esa es la cuestión, saber leer el juego. O sea, articular baloncesto. Esencialmente, un base con voz clara y un pívot que encarne el mensaje emitido. O sea, lo que no tiene el Casademont… Una pena, con tanto talento complementario (Barreiro, Brussino, Harris, Wiley…). Una verdadera pena carecer de los dos jugadores esenciales en este deporte, del base y del pívot, del principio y del final en este precioso juego colectivo llamado baloncesto. Sin ellos, los partidos, las competiciones, quedan en historias con algunos nudos interesantes, incluso con partidos notables cuando todos los valores complementarios convergen; pero, sin principio ni final, la historia es difícil pillarla, entenderla, asimilarla. Y, lamentablemente, suele acabar mal. Por eso, la final de la Basketball Champions League la jugará hoy el Burgos (base fetén, Alex Renfroe; pívot con hambre, Jasiel Rivero; y señor entrenador, Joan Peñarroya) con el Pinar Karsiyaka. Por eso, al Casademont (sin base después de coleccionar seis bases en la temporada, sin pívot de verdad y con tres entrenadores en el curso) solo le quedará el consuelo de una aleación de cobre y estaño.

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2021-05-09T07:00:00.0000000Z

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