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¿Otra vez en la misma piedra?

El principal partido de la oposición prepara una batería de leyes y de reformas de calado que pondría en marcha sin dilación si alcanzase el poder. Un programa que presenta lagunas y que solo será útil si el PP evita repetir errores

LA FIRMA Por José Badal Nicolás, catedrático emérito (Unizar)

Albricias! Una buena nueva para la alicaída ciudadanía que tan a menudo se siente desoída por los gobernantes de turno. El principal partido de la oposición en el Congreso, animado por las encuestas que le otorgan una posible mayoría de gobierno, trabaja ya de cara a la próxima legislatura preparando una batería de leyes y reformas de calado para implementar sin demora, pensando en poner orden en esta casa de tócame Roque en que se ha convertido nuestro país por obra y gracia de nuestros políticos contumaces en el yerro. En el PP quieren distanciarse de sus predecesores que, sabedores de la situación que heredaban, hicieron gala de una exasperante lentitud en la toma de decisiones y en no pocas ocasiones renunciaron o se desentendieron de algunas de sus promesas.

La loable iniciativa parte de la convicción de que estamos ante una grave situación en la que dos de los poderes del Estado están siendo erosionados por el desnortado poder ejecutivo, que no duda (individual y colectivamente) en pisotear varias instituciones y traspasar muchas de las llamadas líneas rojas.

En el PP aspiran a llegar al poder con los deberes hechos, mediante la concreción de una serie de leyes y propuestas para desarrollarlas sin dilación en varios frentes: institucional y político, económico y socio-sanitario. El deseo que bulle en el partido es tener en cartera un buen corpus legislativo y por ende instrumentos legales habilitantes para llevar a buen puerto importantes y urgentes reformas desde el mismo día de acceso al gobierno nacional. Lo cual revela un encomiable empeño al asumir el galopante deterioro de nuestro entramado político-institucional, identificar las numerosas vías de agua que amenazan con hundir el buque España y alumbrar la sana intención de emprender con premura la ingente tarea pendiente.

El conjunto de medidas legislativas barajadas constituye lo que en la jerga del PP llaman ‘fondo de armario’. Sin embargo, a mi pesar, creo haber detectado algunas omisiones. Por ejemplo, la eliminación progresiva de la sobrante ‘grasa’ del Estado mediante una importante reducción de escaños, asesores y duplicidades en todos los niveles de la administración, junto con la reordenación de las competencias de las autonomías. Asimismo, una drástica supresión de los aforamientos, como modo de erradicar obsoletas prebendas. Ítem más, una ley de lenguas que, sin perjuicio de algunas singularidades, consagre la lengua castellana como la lengua española de obligado conocimiento y uso en todo el territorio nacional. También, la implantación de una nueva ley electoral que corrija la sobredimensionada representación de la que hoy disfrutan incansables pedigüeños, chantajistas, felones y aprovechados.

Lo anterior no agota otros olvidos que igualmente son tareas inaplazables. Verbigracia: la necesidad de una consensuada ley de educación, elaborada con sensatez y sin remilgos, que premie el esfuerzo personal y que recupere las reválidas u otras pruebas de selección con las mismas exigencias para todo el país. Una nueva ley de universidades que, entre otros objetivos, ataje la proliferación de dudosos títulos de grado y máster y apruebe solo aquellos basados en estrictos criterios de calidad.

Me inquieta ignorar si se ha reparado en la acuciante necesidad de invertir en ciencia y tecnología. A nadie sensato se le escapa que el progreso material se asienta en el conocimiento científico y en el desarrollo tecnológico. España es, por desgracia, uno de los países desarrollados que menos dinero dedica a la ciencia y la investigación: solo el 1,2% del PIB. Esto va en detrimento de una plena ocupación de las cabezas más brillantes del país (que son muchas), de la obtención de patentes, de una pronta recuperación del deshilachado tejido industrial y de nuestro desarrollo socio-económico, lo que a la postre estorba el logro de más altas cotas de bienestar e impide ganar peso y presencia en el contexto internacional. ¿Tropezaremos otra vez en la misma piedra? Ya tengo suficiente experiencia como para estar sobre aviso y poner en entredicho las promesas de los políticos y sus reiteradas aporías. Por eso acudo al refranero para decir: obras son amores y no buenas razones.

«Me inquieta ignorar si se ha reparado en la necesidad de invertir en ciencia y tecnología. El progreso material se asienta en el conocimiento científico»

TRIBUNA

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2021-06-23T07:00:00.0000000Z

2021-06-23T07:00:00.0000000Z

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