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La crueldad de los concursos: ¿veneno para el éxito?

La emoción de sentirnos partícipes de la ansiada victoria de Pablo Díaz completando el rosco y llevándose el millonario bote es una de las causas de que ‘Pasapalabra’ sume y sume audiencia cada jornada en Atresmedia. El punto aspiracional de los concursos hace que festejemos el final feliz. Como si fuera nuestra propia victoria. De ahí que, paradójicamente, parezca que no funcionan aquellos juegos con un punto cruel, que intentaron probar suerte en nuestra pantalla.

Uno de esos espacios que pretendieron cimentar su mecánica con la tensión de un desenlace despiadado fue ‘La trituradora’, que probó suerte en la Antena 3 de finales de los noventa. La premisa del concurso es que el espectador podía ganar un gran coconcurso che a cambio de que si perdía el juego, su automóvil viejo, el que ya tenía, era lanzado sin compasión a la trituradora. De ahí la denominación del ‘show’, claro.

Y sí, en efecto, hubo una familia que vio como su coche era convertido en un comprimido trozo de chatarra. No obstante, el programa intentaba poner remedio a tal desaguisado con mucho humor. Era la salvación del espectáculo. Para ello, al frente estaba la sensibilidad de Belinda Washington, acompañada de la comedia de Bermúdez y Santi Rodríguez. La trituradora tenía hasta nombre: ‘Deborah’ se llamaba, muy bien hilado.

‘La trituradora’ fue retirado una semana después de su estreno, para volver con cambios. Pero

ya era demasiado tarde, el público rechazó el formato y fue fulminado. Bebía de ‘talents’ que triunfaban con pruebas al estilo de ‘Qué apostamos’ o ‘Grand Prix’, pero aquí perder no significaba un premio de consolación: directamente se destruían las pertenencias que la familia participante había apostado. Demasiado duro. La ensoñación por el saltaba por los aires. El desenlace de la noche se podía torcer en pesadilla y la dinámica de los juegos tampoco se comprendía.

Veinte años después, hemos vuelto a ver triturar coches en ‘El hormiguero’. Pero en el ‘talk show’ de Pablo Motos se recalca que son bólidos que ya iban directos al desguace. Nadie se juega nada. Y es que, aunque a veces no lo parezca, el público no es tan destructor como ha sido pintado tradicionalmente. La audiencia quiere celebrar la victoria junto a ese concursante, como Pablo Díaz, con el que ha desarrollado un vínculo de cercanía. La audiencia quiere ver reconocido tanto esfuerzo y horas bajo los focos del estudio. O, al menos, no quiere que nadie sea castigado por ello.

COMUNICACIÓN

es-es

2021-06-23T07:00:00.0000000Z

2021-06-23T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282750589698682

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