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Algo habría que cambiar

Jesús Catalán Sesma, farmacéutico comunitario de Luna (Zaragoza)

Es un hecho contrastado que de algunas situaciones se aprende y puede ser aconsejable rectificar y cambiar la forma de actuar ante ellas.

Hace unos días, en el pueblo de Luna (a 65 km de la capital, Zaragoza, y a 23 de Ejea de los Caballeros, cabecera de la comarca de las Cinco Villas), vivimos un trágico suceso que nos conmocionó a todos sus habitantes.

Algo después del mediodía, un operario municipal, Jesús C. S., acudió a labores de mantenimiento en la piscina municipal. Las circunstancias provocaron una explosión con desprendimiento de gas muy tóxico que llevó a la muerte del mencionado trabajador, que siempre se esforzaba para que todas las cosas estuvieran en buen estado para bienestar de todo el vecindario.

La explosión expandió una nube tóxica que produjo diversos problemas respiratorios, ya casi resueltos, a unos cuantos usuarios de la piscina, principalmente niños.

Hasta aquí la situación entra dentro de lo inesperado y triste, que no es fácilmente previsible y ante lo cual poco puede hacerse. Pero en lo que sucedió a continuación sí que debe reflexionarse y buscar algunas medidas para que no se añada sufrimiento a las personas afectadas.

El accidentado fue llevado de inmediato al Centro de Salud de la localidad por un usuario de la piscina en su vehículo, pero quedó desplomado en la carretera nada más salir del coche. Allí mismo fue sometido a masaje cardíaco y aplicación de oxígeno medicinal durante largo rato, infructuosamente. ¡Admirable labor y esfuerzo de todo el equipo médico y de enfermería del Centro de Salud! ¡Y del cuerpo de la Guardia Civil!

Tras verificarse el fallecimiento, según la ley, el cadáver no puede ser levantado hasta que el juez correspondiente lo decreta. Como el óbito sucedió sobre las 15 horas, ¡el cuerpo del querido Jesús no fue retirado hasta las 18!, momento en que llegó a Luna la juez de guardia.

Mientras tanto, todos desgarrados de dolor, viendo rotos a la esposa y a las dos hijas de Jesús, y a familiares y amigos ( yo he de reconocer que también me sentí roto por ello, de una manera muy parecida a la sufrida ante el fallecimiento de mi hijo Pablo, hace casi tres años, en accidente de tráfico).

¡Más de tres horas con el cuerpo de Jesús yacente sobre el suelo de la curva de la carretera del Centro de Salud de Luna, a casi 40 grados de temperatura! Esta situación es inhumana. O, mejor dicho, como ahora suele decirse: ‘lo siguiente’.

Y aquí quería llegar: algo habrá que cambiar para no añadir más sufrimiento y que una vivencia tan dura como la relatada no soporte sufrimiento añadido. Hechos como el relatado no tendrían por qué alargarse desmesuradamente. Una vez certificado el fallecimiento por el médico correspondiente (hasta tres del citado Centro estuvieron tratando de reanimar a la víctima), la autoridad legal presente, por ejemplo la Guardia Civil, tendría que tener facultades para autorizar el traslado del cuerpo ya sin vida a un lugar más apropiado. Y cuando llegue el juez, ya continuará con las diligencias oportunas, la anatomía forense y cuanto sea procedente.

Es una tarea del cuerpo legislativo del Estado y de quienes dependa su desarrollo normativo. Y a ello apelo. Es tarea de todos. Los ciudadanos de a pie lo demandamos.

TRIBUNA

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

2021-07-27T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281908776176098

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