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Intemperie

Cristina Grande

He pasado un tiempo sin salir a pasear por el campo porque me dan miedo las pulgas, mosquitos, garrapatas, arañas y otros bichos cuyas picaduras son terribles en mi persona. La naturaleza que tanto me gusta a veces se vuelve contra mí, y me siento como un personaje de ‘El incidente’, la película de Shyamalan en la que las plantas se rebelan contra los humanos.

No me importa quedarme en casa (el confinamiento lo llevé bastante bien) siempre que haya libros y películas interesantes. Pero no tengo una gran vida interior. Quiero decir que necesito salir, pasear por la ciudad o por el campo, ver mundo, escaparates, hacer tertulia en los bares, ver el cielo y las nubes y los árboles, ver los edificios que se construyen y los que están en ruina, recorrer kilómetros de copilota mirando por la ventanilla, ver la luna saliendo del mar y ocultándose tras un cerro, entrar en museos en los que harías reverencias ante una sola obra de arte.

Admiro a las personas capaces de encerrarse para estudiar unas oposiciones o para escribir un libro. La gran poeta Emily Dickinson apenas salió de su casa natal de Massachusetts en sus cincuenta y seis años de vida y a veces soñaba con vivir a la intemperie. Amaba la naturaleza y de adolescente fabricó un herbolario de más de cuatrocientas especies. El resto de su vida la dedicó por completo a la literatura sin llegar a dar el paso que la convertiría en una escritora famosa tras su muerte. En vida tan solo publicó tres poemas de los mil ochocientos que escribió. Uno de ellos empieza así: «Dame el ocaso en una copa».

HERALDO

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/282651805518306

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