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El volcán Cumbre Vieja

No se puede decir que la diosa fortuna haya cuidado a España en los últimos tiempos. La pandemia ha pegado fuerte, pero, además, un cúmulo de desgracias se han ido sucediendo: incendios, precios energéticos disparados y debates políticos envenenados que perturban la convivencia. El golpe lo recibe ahora La Palma, una isla tranquila en la que ha rugido el volcán Cumbre Vieja durante varios días hasta que ha soltado todo lo que tenía dentro: lluvia de fuego y rocas ardientes, y destructivos ríos de lava.

Un espectáculo de belleza sobrecogedora, pero que arrasa con todo lo que se le ponga por delante. Vidas no en este caso. Funcionaron con rapidez los efectivos que estaban preparados para intervenir desde que se advirtieron los primeros síntomas de que Cumbre Vieja estaba a punto de explotar. También las autoridades han estado a la altura, desde el presidente del Gobierno, que aplazó un viaje a Naciones Unidas para acudir a La Palma, hasta los dirigentes regionales, municipales y de los cabildos canarios. Previamente los profesionales habían preparado planes de evacuación por si eran necesarios y desde la Península se movilizaron de inmediato las fuerzas de la UME, a las que últimamente no falta trabajo.

Lo urgente es esperar, pero también es urgente no dejar de lado la erupción y las consecuencias de sus lenguas de lava. La reacción inicial ha sido positiva. Debe continuar con la toma de decisiones que perduren y permitan que La Palma siga siendo una isla especial. No idílica, pero casi.

«La reacción inicial ha sido positiva. Debe continuar con decisiones que perduren»

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2021-09-21T07:00:00.0000000Z

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