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«He escrito una novela a favor del amor radical, un libro de vida»

El escritor, ganador del Premio Hermanos Argensola, publica ‘La parcela’ (Caballo de Troya), que cuenta la historia de amor de un profesor y un refugiado sirio en Calais

ANTÓN CASTRO

¿Qué ha llevado a un poeta como usted a escribir una novela?

La necesidad de contar esta historia que me habitaba desde hace tiempo y que solo podía ser contada desde la novela.

Desde el punto de vista técnico y narrativo, ¿cómo la planteó?

No lo pensé demasiado. Simplemente necesitaba escribirla y me entregué a ese impulso. Ha elegido un personaje que conoce bien, y que quizá podría parecerse a usted. ¿Nace la novela de su propia experiencia? Cualquier ficción nace de la experiencia propia más profunda, y casi toda autobiografía tiene más ficción que verosimilitud. Pero, sobre todo, quería contar una historia de amor y adentrarme en las limitaciones y abundancias del ser humano. Mejor sentir que definir.

¿Qué sucede en clase y por qué es tan importante Montaigne?

El aula es un espacio sagrado. Si hay entendimiento, generosidad y consideración, puede ser el lugar más decisivo de la vida. El problema es que los profesores, ensimismados con nuestra carrera, solemos enseñar a competir y no tanto a mirar. En el aula ampliamos nuestra intimidad, tanto los alumnos como los docentes. Y las lecciones de Montaigne nos ayudan a recordarlo. En sus ensayos están las nociones más elementales de libertad e igualdad, que siguen siendo más modernas que muchos tratados de nuestros días. El libro es una historia de amor. ¿Por qué ha querido que ambos protagonistas estuvieran en dificultades, en pleno desgarro? Por honestidad con el amor en sí, que provoca tanto entusiasmo como desgarro o frustración, y eso lo veo en la gente que me rodea y en mí. El error más común es no entender el desamor como parte del amor, así como no entender la muerte como parte de la vida. El amor es nuestra mayor ocupación vital, a la que inevitablemente sigue la preocupación. Creo que esos extremos están reconciliados en la novela.

¿Es una novela social, política o, ante todo, de personajes?

No me parece que sea social ni una novela política. Defendería el libro como un libro de vida, que recorre casi todas las catarsis humanas y físicas, pero que aspira a una luz apaciguadora, lejos del fogonazo. Es un libro a favor del amor radical y en contra de las demás estafas.

¿En qué medida también ha querido hacer una exaltación de la tolerancia y de la comunicación?

Esa exaltación no ha sido premeditada. Sí que creo que hay una denuncia velada de un modo de vida, de unas rigideces morales, que nos llevan a la insatisfacción perpetua.

Hace una indagación en la familia y en la enfermedad.

Sí. La familia es un tema inagotable y precioso. Quizá sea el gran tema de la literatura sin necesidad de estar escrito en ningún libro. Y la enfermedad es un asunto que me toca en mí mismo centro y del que no he podido dejar de escribir en los últimos años. Los enfermos son los elegidos de Dios, y todos queremos ocupar esa verdad, por mucho que duela o por mucho que descreamos.

¿Qué importancia, en tiempos difíciles, tiene el humor?

Me suele caer mal la gente que reivindica el humor, también algunos humoristas que lo defienden como forma de comunicación cuando muchas veces solo linda con la estupidez y el desprecio. Me llena el humor que provoca amparo y alegría, y no el que supone oportunidad.

¿Escribió alguna parte de la narración en Etopia?

No, pero sí la dejé reposar, la pensé en los paseos por La Almozara, por ejemplo, que es tan importante como escribirla. Durante mis meses como residente en Etopia trabajé mucho y, a la vez, viví la ciudad con toda la intensidad que merece. Fue un tiempo decisivo que no olvidaré. Ahí continúan mis mejores amigos con los que sigo colaborando y aprendiendo. Ahí asoma el futuro.

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2021-09-21T07:00:00.0000000Z

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