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«Cuanta más fiesta hay, peor lo pasa el alcalde»

VÍCTOR SANZ Alcalde de Valbona desde 1999 a 2019

LUIS RAJADEL

Su libro ‘El desafío de ser alcalde de pueblo’, en el que repasa sus 20 años de alcalde de Valbona, es fruto del confinamiento por la covid en 2020. ¿Se aburría o es que tenía muchas ganas de contar su experiencia?

Nunca me he aburrido. Empecé la redacción siendo alcalde, pero no tenía tiempo para terminarla. Requiere dedicación. Dentro de las rutinas del confinamiento, una era escribir el libro y me vino bien porque podía concentrarme y dedicaba dos o tres horas diarias.

¿Qué balance hace de su paso por la política?

He procurado ser positivo y responsable. Para mí, la política y, sobre todo la municipal, es generosidad. Hay que dedicar tiempo al cargo, asumir responsabilidades y trabajar por los demás. No me considero un político, simplemente he servido a mi pueblo.

¿Se ha sentido el chico para todo en Valbona?

Sí, para todo. El alcalde es un todoterreno. Los alcaldes asumimos responsabilidades impropias. Cualquier cosa que ocurra en el pueblo la tenemos que afrontar. La dinámica municipal marca el ritmo.

¿Se ha ganado más amigos o enemigos?

En la política es muy difícil hacer amigos y muy fácil hacer enemigos. La óptica de un alcalde no es la de los vecinos. Tiene que actuar de acuerdo a la función que tiene encomendada mientras que el ciudadano mira por su propio interés. A todo el mundo le gusta que la procesión pase por delante de su casa y si no es así ya tenemos el lío preparado.

¿Cuál es la función del alcalde?

Tiene unas obligaciones que no se debe saltar, aunque a veces pueda prevaricar de forma inconsciente para resolver cuestiones que se le plantean.

¿Qué le ha sorprendido para bien y qué para mal de su dilatada experiencia municipal?

Lo positivo es resolver los problemas de la gente. La disponibilidad y la tolerancia del alcalde ayudan a solucionar los conflictos. En lo negativo, me ha dolido la incomprensión de ciertas personas que no entienden que el alcalde debe actuar de acuerdo al interés general.

En algunos pasajes de su libro se

intuye decepción respecto de la vida interna de los partidos.

En el nivel más bajo, que es el de los alcaldes de pueblo, pasamos desapercibidos, pero en cuanto subes peldaños, empiezan a moverte la silla. Mientras no eres nadie, no pasa nada, pero cuando te consideran un jefecillo empiezan los recelos en el propio partido. ¿Los alcaldes son los últimos de la fila en política?

Son el sostén de la política y del Estado, son el primer peldaño de la Administración. Pero sí, somos los últimos de la fila, porque luego la Administración no resuelve nuestros problemas y hasta pone palos en la rueda.

¿Le ha salido un manual del buen alcalde de pueblo?

No ha sido mi pretensión, pero he querido trasladar mi experiencia porque puede ser útil a otros. Pero cada alcalde debe aplicar su propio criterio y el alcalde que actúa se equivoca.

Cuenta también que, cuando la gente se va de fiesta en los pueblos, el alcalde sufre.

Sí y mucho. Porque si pasa algo el alcalde tiene la culpa, y van a por él aunque haya puesto todos los medios para que no haya problemas.

¿Explica que lo pasaba muy mal cuando había toros?

Era casi un martirio. Cuando había un revolcón y la gente aplaudía, yo estaba angustiado. Si ocurre algún percance, van a por el alcalde para sacar el dinero que se pueda. El alcalde lo pasa muy mal cuando hay fiesta y cuanta más fiesta hay peor lo pasa.

¿Y qué me dice de las llamadas del 112?

Eran una auténtica tortura. El responsable de protección civil es el alcalde y tiene que actuar.

¿Cuál fue su episodio más estrambótico en la Alcaldía?

Me vino una vecina con el cuento de que podía haber un caimán en el pantano de Valbona. Yo no me podía quedar impasible, porque hay gente que tiene un caimán o una serpiente y los abandona. Por eso tuve que alertar a la Guardia Civil, que quería vaciar el embalse. Averiguamos qué había pasado y solo fue una broma. Pero se generó alarma social.

¿Los alcaldes de los pueblos deberían de cobrar por este cargo?

Sí, porque lo regalado no se valora. También por no generar agravios comparativos. Un alcalde se merece más cobrar que cualquier otro político. Son el soporte institucional de la sociedad y deberían cobrar, sin generar más gasto al Estado. Hablo de justicia distributiva. Lo que se gasta ahora en cargos políticos debe repartirse y llegar a los alcaldes. Es injusto que no reciban ninguna retribución.

Nació en Valbona hace 74 años, fue alcalde del PP en la localidad entre 1999 y 2019 y presidente de la Comarca de Gúdar Javalambre de 2015 a 2019

COMUNICACIÓN

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2021-09-21T07:00:00.0000000Z

2021-09-21T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282505776738292

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