La democracia liberal es el sistema político dominante en Occidente desde hace más de un siglo. Derrotadas las alternativas fascista y comunista en guerras calientes y frías, a finales de la anterior centuria Fukuyama proclamó que el liberalismo se había impuesto como «el último paso de la evolución ideológica de la humanidad». Sin embargo, los hechos le han enmendado la plana. El enfrentamiento entre ideologías no ha terminado. Y no solo eso, sino que llevamos catorce años de declive en el número de democracias.

Vivimos una transición digital y otra medioambiental que van a generar dinámicas de confrontación entre democracias y dictaduras. De hecho, ya han acelerado la más intensa redefinición geopolítica desde que desapareció la URSS. La pujante China despliega su juego en la cancha internacional y asegura que ‘¡aquí hay partido!’. Pekín ya no admite un mundo unipolar sino que exige protagonismo en otro multipolar o incluso bipolar. El centro del campo ya no está en el Atlántico sino en el Pacífico.

Fukuyama habló en 1991 del ‘fin de la historia’. Sin embargo, la historia vuelve a estar muy presente y nos recuerda que, de las dieciséis transiciones de poder registradas, solo cuatro han sido pacíficas. ¿Se enfrentarán China y EE. UU. por Taiwán? No se sabe, pero por si acaso Washington acaba de reforzar su equipo (Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Taiwán, India) con Australia y el Reino Unido para patrullar el mar de China a costa de sus lazos con Europa.

La UE se ha quedado fuera de juego. Pareciera que haya olvidado la vieja teoría europea del equilibrio geopolítico porque, como decía lord Palmerston, «no hay amigos permanentes, solo hay intereses permanentes».

«De las dieciséis transiciones de poder registradas, solo cuatro han sido pacíficas»