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La política de las cosas

Angela Merkel, ya de salida de la política, ha intentado y procurado evitar siempre la polarización, tanto en sus discursos como en sus decisiones políticas, igual que ha sabido marcar la distancia con la derecha radical, una de sus señas de identidad

Acaba un verano en que hemos soportado, según los expertos, un clima extremo, pero a diferencia de otros está golpeando con más dureza y en lugares que antes se habían librado de los efectos del calentamiento global. «No es un problema solo de países pobres, ahora es muy obviamente un problema de países ricos», dijo Debby Guha-Sapir, fundadora de la base de datos internacional de desastres del Centro de Investigación sobre Epidemiología de Desastres en la Universidad Católica de Louvain, en Bélgica. «Ellos (los ricos) se están llevando un golpe».

Una imagen, de uno de estos países, me impactó especialmente. En ella, Angela Merkel sostiene la mano de Malu Dreyer, la presidenta de Renania–Palatinado, una de las regiones más afectadas por las inundaciones que han asolado Alemania. Me fijé en que las dos visten ropa negra y caminan con el gesto afectado por la tragedia. Dreyer padece esclerosis múltiple, lo que dificulta su movilidad. Apoyada en la canciller, consigue caminar entre las ruinas que ha dejado la catástrofe. Dos políticas de dos partidos rivales, la CDU conservadora y el SPD socialdemócrata, unidas en la desgracia que sufre su pueblo. En sus caras se refleja el profundo dolor que sienten. Al verlas, me recordó la frase de despedida que escuche a Iñaki Gabilondo: «Como miramos la vida, también está la política, pero no las cosas de la política, sino la política de las cosas y, sobre todo, para hacer algo distinto».

En tiempos de polarización y posturas encontradas, su foto nos muestra que se puede gobernar un país sin enfrentar a unas personas con otras, sin dividir la población entre buenos y malos, sin generar conflicto y división de manera innecesaria. En un momento en que los ciudadanos estamos cansados de anuncios de lo que se va hacer, con la duda de si es posible que lo puedan realizar.

La canciller alemana, Angela Merkel, ya de salida de la política, ha intentado y procurado evitar la polarización, tanto en sus discursos como en sus decisiones políticas. Esta imagen es fiel reflejo de su mandato: crecer hacia el centro. Con ella en el Gobierno, no solo cambió la visión sobre la energía nuclear, sino que también se promulgaron leyes que colisionaban con la visión conservadora de la familia que tenían muchos miembros de su partido. Los apoyos a hogares en los que padre y madre trabajan, el matrimonio igualitario y la eliminación del servicio militar obligatorio son ejemplos de esos cambios. Es una de sus señas de identidad, como también lo ha sido marcar distancia con la derecha radical. No ha habido lugar para concesiones, compromisos ni acercamientos con AfD. Esto le valió muchos enemigos, algunos dentro de su partido. Los sectores más ofendidos dentro de su partido la acusaron de ‘socialdemocratizar’ la CDU. Una crítica que no iba a mayores porque Merkel seguía ganando elecciones, una tras otra. Sin embargo, la ceguera ideológica de esos grupos les impedía ver que la canciller estaba logrando que su partido llegara al siglo XXI en condiciones de competir y seguir ganando elecciones. Las mediciones de aprobación de su desempeño, realizadas por el ‘Politbarometer’ de la televisión pública alemana ZDF, son impactantes: entre 2005 y 2021, Merkel solo estuvo por debajo del 50% de aprobación un mes de 2010, durante la crisis del euro. Construimos la sociedad desde el compromiso personal, no solo desde las estructuras políticas. La política no es únicamente responsabilidad de unos pocos, lo es de todos y en todos los ámbitos. Si todos asumimos nuestra participación en construir la polis, todo lo que hacemos es política, desde cómo realizo mi actividad profesional, cómo gestiono mi economía, a cómo actuó en mi familia. Todo lo personal es político. Como lo ha sido la vida de la poderosa canciller que vive en su modesto apartamento. Y su vida ha sido un ejemplo de austeridad y decoro. Lo que se vive, se siente; lo que se siente, se piensa. No solo es el discurso el que cambia, también es la persona la que contagia. Y creo que ella lo ha conseguido por su comportamiento personal. Tras dieciséis años como jefa del Gobierno teutón sin que le haya salpicado una sola mota de corrupción personal o familiar. De esta manera lo privado se convierte en un compromiso de credibilidad y confianza al servicio del interés general.

«Todo lo personal es político. Como lo ha sido la vida de la poderosa canciller alemana, que vive en su modesto apartamento»

TRIBUNA

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2021-09-22T07:00:00.0000000Z

2021-09-22T07:00:00.0000000Z

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