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Un concierto rinde homenaje en Zaragoza a Joaquín Carbonell

Una treintena de músicos recordaron al cantautor, al año de su muerte, en un concierto emocionante

ANTÓN CASTRO

ZARAGOZA. Joaquín Carbonell Martí (Alloza, Teruel, 1947-Zaragoza, 2020) era un contador de historias en canciones. Y era, además de un trovador con ironía, humor y lirismo, un desobediente. Por eso, a pesar de lo que recordó su amigo Eduardo Paz, que si viera el follón que se ha montado en su honor en la sala Mozart saldría corriendo, lo más seguro es que se hubiera colocado en un rincón a oír y sentir, a arañar la guitarra y quizá a llorar: un hombre que se dejó bigote como Brassens y Labordeta, dos de sus maestros, también era un sentimental y un hiperactivo que tenía esa mirada panorámica del hombre de aldea que se asoma al mundo. Con elegancia, buen gusto, la untuosidad justa y una miga de erudición, José Luis Esteban y Yolanda Blanco condujeron el concierto homenaje que prologó la Banda del Canal.

Un libertario sin doctrina

Arrancó Eduardo Paz con un tema de Pilar Navarrete, que hablaba de la tierra «de mujeres oscuras y hombres de avena». Mariano Casanova y Diego Escusol enlazaron a Carbonell y a Labordeta: el joven poeta le regaló un precioso poema a su maestro, ‘Quién te cerrará los ojos’; y, algo más adelante, Ángel Petisme cantó ‘Con el sudor de tu frente’, más conocida como ‘Pascual’, unos versos de Labordeta que el joven de Alloza convirtió en una canción de combate, de denuncia, de rabia; Petisme le añadió ecos de ‘A las barricadas’. Detrás, a las órdenes de Richi Martínez, tocaba «una banda de ensueño», y la noche iba a ser una celebración.

Olga Orús, y sus Ministriles, con su voz de oleaje, entonó ‘Si me buscas’, y María José Hernández señaló un camino inefable hacia las estrellas: ‘Me gustaría darte el mar’ sonó tan bello como nunca, y pareció disolverse en nana de amor y de océano infinito. Como dice Roberto Miranda, Carbonell era «un hombre de ventanas» que siempre buscó el rumor de las corrientes y las fuentes, los cuentos al calor de la hoguera. Después, cantaron ‘Quisiera tener un millón de amigos’ sus colegas de Los Tres Norteamericanos, Gran Bob y David Giménez; la luminosa voz de David Angulo dio rienda suelta a la ironía de ‘A tu madre no le gusta’ y Juako Malavirgen y Diego Peña cantaron con mímica incluida ‘El Gorila’ de Brassens.

El cantautor político asomó con Richi Martínez y Philippe Charlot y con Isabel Marco, por quien Carbonell sentía debilidad: era de Alcorisa, y con ese lugar, como dijo Eduardo Paz, Carbonell vivía una auténtica diatriba. ¿Es mejor o más bello el calvario de Alloza o el de Alcorisa? Paz, por una vez, cedió ante la terquedad de su amigo, quien, por cierto, sí se había quedado al concierto. Yolanda Blanco se lo perdió, pero José Luis Esteban ‘dialogó’ con él y le arrancó frases para todos, una poética e incluso un agradecimiento general. Al autor de ‘La tos del trompetista’ le estaba gustando la función.

Aún quedaban cosas emocionantes, inolvidables: la canción ‘¡Dónde estabas tú!’ que interpretó Ismael Serrano; ‘De Teruel no es cualquiera’ en la inspirada voz de Sylvia Solans y la guitarra de Iñaki Fernández; ‘Llámame’, con Carmen París, arrolladora, y Joaquín Pardinilla. Hacia el final apareció Javier Ruibal con su guitarra, arañó los acordes de ‘Para llevarte a vivir’, y le dedicó una chirigota, además de retratar a Carbonell como «libertario sin doctrina y turolense jaranero».

Tras ese instante sublime, compareció Serrat y estuvo hondo, sin edad y con el temblor justo del alma, y cantó ‘El olivo’ y ‘Aquellas pequeñas cosas’. Dijo: «Somos tozudos. Todo un año hemos esperado para esta fiesta y este acto de amor». La furia de vivir, la desobediencia y la energía la puso Loquillo con ‘La buena reputación’, de Brassens / Carbonell. Y sería el alma del concierto, Gabriel Sopeña –con el apoyo institucional; con la entrada se regaló el libro ‘Carbonell amigo’– quien puso el colofón a un inmenso canto de amistad, de emoción, de amor y de música.

Carbonell seguía en su rincón, en el aire habitado por las melodías, y quizá diría, tras la máscara del pudor: «¡Y pa qué tanto!».

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2021-09-22T07:00:00.0000000Z

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