Aragón celebra el cuarenta aniversario de su Estatuto cuando en la convulsa España de las autonomías se está desarrollando un realineamiento geopolítico. El noreste y el norte del país (Cataluña, sobre todo, y el País Vasco) están perdiendo protagonismo, mientras lo ganan el centro y el sur. La comunidad madrileña y Andalucía se consolidan día a día como espacios de prosperidad y pujanza. Málaga, Madrid o Valencia simbolizan hoy la vanguardia antes que Barcelona o Bilbao.

Este reordenamiento territorial y social avanza mientras sigue pendiente la actualización del modelo autonómico: además del sempiterno asunto de la financiación, se necesita una nueva y clarificadora distribución de las competencias, la garantía de la igualdad de los españoles en las prestaciones básicas, una mayor participación de las CC. AA. en la gobernación del Estado, el afianzamiento del principio de lealtad y colaboración…

Aragón está obligado a movilizarse para no quedar orillado en esta nueva vertebración de la ‘España invertebrada’, sobre la que Ortega y Gasset reflexionó hace justamente cien años. Es un reto ineludible. Tiene fortalezas sociales, económicas y también de valores. Además, en el debate autonómico, debe aportar su mentalidad, atenta a la libertad personal y al sentido de lo justo. Joaquín Costa, que ya reconocía que «España no es una unidad homogénea», aseguraba que «Aragón se define por el Derecho. Esta es su nota característica con que ha de contribuir a la constitución definitiva de la nacionalidad» española.