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La malquerida Raquel Meller

Raquel Meller cosechó elogios por doquier y fue conocida en el mundo entero. Poseía una maravillosa caída de ojos, que enamoró a muchos hombres –desde Sorolla y Galdós a Santiago Rusiñol y el propio monarca Alfonso XIII–, e hizo decir a Manuel Machado: «Juro que Raquel Meller es la más grande actriz que he visto jamás en mi vida». Quizá el mismo Charles Chaplin pensase que no exageraba: tenía fotogenia, misterio, fuerza y contaba con una bella y efectiva voz que había conquistado a públicos muy distintos en Francia, en Argentina y en Estados Unidos; él quiso contratarla en 1926 para hacer de Josefina Bonaparte sin éxito, se tomaron una foto juntos, y le rindió un homenaje con algo de picaresca: se apropió de la música de ‘La violetera’ sin querer pagar derechos de autor a José Padilla; el juez, finalmente le dio la razón al compositor.

Raquel Meller pasó de la nada a la gloria y acabó desplomándose hacia el olvido. Solía retratarse a sí misma con el título de ‘La malquerida’, como la pieza de Benavente, y apostillaba: «No me ha querido nadie». Una confesión así resulta conmovedora tras dos matrimonios (fallidos), el éxito, una inmensa riqueza y la fama universal.

Raquel Meller fue el seudónimo de Francisca Marqués, que nació en el barrio del Cinto de Tarazona en 1888. En su infancia vivió en Tudela y Montpellier, en un convento, con una tía que anhelaba que se

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2022-08-10T07:00:00.0000000Z

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