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La isla Magdalena de Caspe y su ermita, un largo paseo con premio gordo en la meta

Este enclave situado en pleno Mar de Aragón, al que puede accederse a pie cuando las aguas embalsadas bajan lo suficiente de nivel, encierra una gran carga histórica, además de ser sujeto y objeto de numerosas leyendas

PABLO FERRER

La generación nacida en los setenta (y algún descendiente, por pura ósmosis) recuerda los libritos de ‘El club de los cinco’, de Enid Blyton, que narraban las aventuras de los hermanos Julián, Dick y Ana, su prima Jorgina y el perro de esta, Tim. Algo de ese espíritu hay en la aventura que solían emprender muchos chavales de Caspe, residentes y visitantes veraniegos, cuando se animaban a acampar de manera libre en la islita fluvial que alberga la ermita de la Magdalena. Antes iglesia del convento del mismo nombre, perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén, está a casi 20 kilómetros de la ciudad del Compromiso; su interior se encuentra en ruinas desde hace muchos años, aunque la edificación se mantenga en pie. Los reclamos para intervenir en su consolidación se remontan al siglo XX.

El caspolino Eduardo Catalán, gerente de la firma Caspe Río Aventura y profundo conocedor de la zona, recuerda una de esas pequeñas odiseas en sus años mozos. Se llegaba en embarcación hasta una cala de la isla, y desde ahí partía una senda que sigue abierta hoy en día –aunque deba pelear con la vegetación– hasta las faldas de la ermita en una breve subida.

«Muchas noches dormíamos en el monasterio, aún había algún cuarto entero y se conservaban pinturas», recordaba Catalán. Su empresa ofrece hoy en día una excursión para acercarse a la isla, en caso de que el largo paseo no constituya una opción viable. Ahora no es seguro adentrarse en diversas estancias del edificio, que sin embargo se deja admirar desde fuera tras la caminata. Bajo la ermita hubo en su día una venta, que quedó sumergida bajo las aguas cuando se construyó un embalse que comenzó a funcionar en 1966: había un paso de sirga y desde Caspe venían de romería andando en unas cinco horas.

Península ocasional

Una particularidad del lugar (que fue, por cierto, zona de paso predilecta de las tropas carlistas en su tránsito por la zona) es que cuando las aguas del embalse están bajas, como ahora, se puede llegar andando hasta la isla, que pasa a ser península fluvial; así lo recuerda el comunicador y cronista caspolino Alberto Serrano Dolader, quien señala igualmente no tener constancia de otra ermita en una isla fluvial dentro de España. Si las aguas bajan de la cota 117, ya no hay que vadear caudal hasta la isla Magdalena.

El periodista Mariano García recordaba en HERALDO durante la Expo 2008 que el audiovisual preparado por Carlos Saura para el pabellón de Aragón contemplaba un plano sostenido de la ermita de la Magdalena que, indefectiblemente, suscitaba la curiosidad de muchos asistentes. Fuera de la zona no es un lugar muy conocido, aunque suele dejar huella en quien la contempla, ya sea en fotografía, vídeo o de primera mano.

¿Leyendas acerca del lugar? Haylas. Serrano Dolader recuerda la que le relató un anciano. «Dicen que las puertas de esta iglesia no se podían cerrar, que siempre permanecían abiertas. Si algún ermitaño despistado corría el cerrojo, él solo se descorría de inmediato».

ISLA Y ERMITA DE LA MAGDALENA

Localización: a las afueras de Caspe, en uno de los recodos del Mar de Aragón.

Historia: la ermita fue iglesia conventual de la Orden de San Juan de Jerusalén.

CULTURA & OCIO

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2022-08-10T07:00:00.0000000Z

2022-08-10T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282415583059191

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