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LIBROS. LIBROS. LIBROS

Por Elena Ochoa Foster

ACABO DE TERMINAR la biografía de Francis Bacon escrita por Mark Stevens y Annalyn Swan. Concluyo la última página de este libro monumental acompañada de un café buenísimo, con la sensación de haber entrado de nuevo en la vida del artista, en su casa de Reece Mews en Londres, en sus pasiones, en sus secretos.

Ha sido una experiencia emotiva, como una película escrita en realidad virtual, pues esta biografía, seriamente documentada, se lee como un relato en primera persona. Estoy sentada en un banco en el Central Park en Nueva York frente al lago. Es mediodía y este sol primaveral anuncia optimismo. ¿Cuál es el futuro de los libros ? ¿De las librerías? ¿De aquellos que han dedicado su vida entera a crear, a producir, a publicar libros? ¿De aquellos que critican, aconsejan y venden libros? Nueva York ha cerrado en los últimos años gran parte de las librerías que eran el ancla de la ciudad. Ofrecían no sólo las últimas novedades, sino también libros raros y conversaciones inesperadas. En ellas encontré primeras ediciones de obras de T. S. Eliot y Voltaire y catálogos de exposiciones memorables como uno de principios de los noventa dedicado al arquitecto y diseñador Carlo Mollino con motivo de una exposición en el Pompidou. Aquel catálogo me marcó profundamente.

Ahora que Ivorypress cumple 25 años de andadura, estoy en deuda con aquellas librerías en Nueva York, Los Ángeles (la legendaria Soup, en Sunset Boulevard, que cerró sus puertas hace años), San Francisco (la histórica City Lights, todavía viva) o Chicago. También con las librerías de segunda mano de París, y con las de Londres, Colonia, Berlín, Roma, Venecia, Pekín, Ginebra, Zúrich, Cambridge, Madrid, Barcelona, San Sebastián y muchas otras ciudades.

Las librerías han perfilado mi oficio de editora y también me han esculpido como lectora. Tengo la certeza de que Ivorypress no hubiera evolucionado y desarrollado publicaciones en múltiples frentes si no hubiera tenido acceso a librerías en los cinco continentes, ahora en su mayoría en proceso de extinción. Es una realidad cada vez más nítida: las librerías tal y como han existido desde siglos, desaparecerán en esta generación. Mi predicción es que permanecerán abiertas con dignidad solo aquellas que evolucionen y se asocien con galerías de arte, restaurantes y cafeterías, tiendas, teatros, cines, hoteles, museos, colegios y universidades. Ahí está el ejemplo del proyecto Daikanyama T-Site en Tokio, en donde el visitante tiene acceso a internet casi 24 horas, puede leer y estudiar sentado en la cafetería, comprar revistas en todos los idiomas, asistir a subastas de coches impresionantes o dejar a sus perros en la peluquería mientras tiene a su alcance, para adquirir o consultar, todos los libros que pueda imaginar. Daikanyama T-Site nació cuando el propietario de una pequeña tienda de cámaras fotográficas observó que, con el nacimiento del iPhone, su negocio se iría al traste si no reaccionaba. Decidió explorar lo nunca visto y hoy ha creado una experiencia poliédrica, holística, divertida y muy interesante alrededor del libro.

Hace unos años pasé una temporada en Johannesburgo para trabajar con William Kentridge en su libro para Ivorypress. En nuestros ratos libres, caminábamos juntos hasta una librería cerca de su estudio, y allí pasábamos horas. Aquella librería era un monumento, una selva amazónica donde el libro, apilado en columnas de vértigo, había invadido las enormes estancias del edificio, las estanterías de madera centenaria, los sillones, los sofás raídos, los pasillos y todas las esquinas de aquella cueva desgarbada y vertical. William me mostró cómo ubicarme en aquel universo que ha sido durante años fuente de inspiración para su obra. Estos libros desgajados por visitantes sin escrúpulos, violados por tiempo, han sobrevivido como savia y raíz de muchas de las obras del artista. Algo simular hizo Francis Bacon, que utilizaba los libros como cuadernos de apuntes para sus trípticos y reflexiones.

El libro, sus editores, los libreros, las librerías no morirán. Sobrevivirán, revivirán, se convertirán en otros espacios, en otros lugares. Se convertirán en obras de arte. Hay razones para el optimismo y la esperanza si todos los que amamos el libro como objeto y como fuente de sabiduría, actuamos y reaccionamos. Es ahora o nunca.

OPINIÓN

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2021-05-29T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281569473645365

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