El líder de Vox, Santiago Abascal, echó leña al fuego en la crisis migratoria de mediados de mayo al tachar a parte de la sociedad ceutí y de sus representantes políticos de «promarroquíes» y de «quintacolumnistas» del reino vecino. Esta actitud recibió el rechazo de la Cámara legislativa, que declaró al dirigente de extrema derecha ‘persona non grata’, con la abstención de su socio, el Partido Popular. Esta negativa del PP a prestar apoyo al representante de Vox ha hecho que este partido opte por romper relaciones y haya exigido que se adelanten las elecciones andaluzas, donde el popular Juanma Moreno gobierna gracias a Vox. El PP, un partido moderado de Estado que se ha turnado históricamente con el PSOE al frente del país, no puede rebasar determinados límites ideológicos extramuros del sistema democrático. Por esta razón, la derecha de Francia o de Alemania no pacta con la extrema derecha, lo que obliga con frecuencia a acuerdos entre el centro-derecha y el centro-izquierda. Merkel, por ejemplo, está en su tercer gobierno de coalición con el socialdemócrata SPD. Y en Andalucía, el líder socialista, Juan Espadas, ha ofrecido a Moreno su apoyo para que no deba depender de Vox. Es evidente que el PP tendrá que tomar decisiones si las reclamaciones de la extrema derecha sobrepasan el límite de lo tolerable.