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Tormenta de agravios

Sánchez intenta apaciguar con la lluvia de millones a las autonomías pero solo hay una receta ante la complejidad del modelo: negociación

ALBERTO SURIO

El curso político ha terminado con la Conferencia de Presidentes Autonómicos de Salamanca, precedida por un malestar de algunas comunidades que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha querido apaciguar con una lluvia de millones y de vacunas después de un balance que intentó situar deliberadamente en un terreno trufado de triunfalismo. La crítica furibunda e hiperbólica del PP le empuja al jefe del Ejecutivo a esta exhibición de optimismo sin matices como si no existiera un campo intermedio entre el tremendismo, el catastrofismo y la autocomplacencia. Los problemas de gestión de la desescalada, en plena quinta ola de la covid, han reavivado los resquemores y han puesto de relieve las lagunas del sistema autonómico.

Las autonomías del PP critican el trato ‘asimétrico’ que implica el acuerdo final entre Sánchez y Urkullu sobre los impuestos concertados, que posibilitan que las haciendas vascas recauden 200 millones de euros. Pero la singularidad fiscal de Euskadi y Navarra forma parte de la Constitución. Otra cuestión es el sentido de la oportunidad del pacto. Nadie entiende la torpeza de la escenificación del acuerdo días antes de la cita.

El frente de los agravios no es privativo de Madrid por mucho que su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, convierta a su Ejecutivo en un ariete de oposición a la coalición PSOE-Unidas Podemos. Afecta de lleno a otras autonomías gobernadas por el PSOE y por el PP –por ejemplo, Comunidad Valenciana y Andalucía– que reclaman un modelo de financiación más justo. Todas tienen su listado de quejas, pero lo cierto es que este tiempo de pandemia ha dejado al descubierto la necesidad de concertación entre las diferentes instituciones, así como las costuras del sistema. Sobre todo cuando en el horizonte se atisba un escenario de recuperación económica, con unos fondos europeos convertidos en el maná de la tierra prometida. También debe servir para que las comunidades autónomas puedan participar un día en la conformación de la voluntad general del Estado, una música que ahora se antoja lejana pero que en algún momento fue la canción de moda del verano

A la cumbre ha faltado Pere Aragonès, el president de Cataluña, y parece evidente que, más allá de las duras críticas del nacionalismo vasco al foro multilateral de Salamanca, Urkullu no quiere aparecer retratado junto a los independentistas catalanes. El dato es revelador de la estrategia que viene en los próximos meses en relación con el debate vasco del estatus de autogobierno. El viejo dilema en espiral entre reforma y ruptura.

El modelo autonómico nació con una nebulosa de ambigüedad en 1978, fruto de las condiciones de la época. Más allá del éxito que ha supuesto, necesita una clarificación competencial y una actualización que evite duplicidades y que realmente responda a un principio de realismo y de eficacia. Son palabras que pueden resultar frías en el universo caliente de las emociones, en los que siempre prenden con facilidad los vocablos con mayúsculas, que sirven para inmolar sentimientos. Vivimos tiempo de incertidumbres y de ruidos en los que lo fácil es echar siempre la culpa a los demás y esquivar las responsabilidades.

El foro del viernes es mucho más que una fotografía en la que hay sombras y luces. Representa una imagen contradictoria, una comunidad de vecinos, con intereses compartidos, en los que hay reglas comunes y problemas endémicos. El ‘café para todos’ no sirve para determinades nacionalidades históricas, y el modelo confederal que enarbolan algunos tropieza con obstáculos insalvables. Lo multilateral se va a mezclar con lo bilateral y la cogobernanza hay que trabajarla con tiempo, no desde la ansiedad ni las prisas de última hora. La concesión de los fondos europeos va a ser una verdadera prueba de fuego para la solidez del Estado autonómico.

La búsqueda de los equilibrios es lógica ante un rompecabezas tan endiablado y en un momento en el que la gestión de la pandemia provoca desajustes constantes. Otra cuestión es que si se retrasa permanentemente la apertura del debate territorial, los problemas terminen con enconarse y por enquistarse en el tiempo. Y luego las soluciones son mucho más difíciles. Lo ocurrido con la crisis catalana en los últimos años es un ejemplo revelador y elocuente de algunos errores del pasado que no se deberían repetir.

El modelo del 78 nació con un punto de ambigüedad que ahora se antoja insuficiente

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2021-08-01T07:00:00.0000000Z

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