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‘Michael Jackson de Graná’

Miguel Concha, un chileno afincado en Granada por amor, es el doble oficial de la leyenda del pop. Hasta se ha operado el orificio del mentón y retocado la nariz

JOSÉ E. CABRERO

Un tipo espigado y atlético cruza la Avenida de Cádiz a las tres de la tarde. Viste una camiseta de tirantes y una gorra de béisbol con la que recoge una melena negra y rizada. Lleva una barba de varias semanas que le tapa levemente el hoyuelo del mentón. Y sus pies se mueven rápido, como si flotaran en la Luna. «¡Maquiyaso!», le saludan por la calle con alegría. Él levanta la mano con el pulgar arriba y sigue su camino a casa, como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas. En el salón hay peluches y juguetes de bebé por el suelo que esquiva hábilmente hasta llegar al baño, donde saca la cuchilla y se afeita con precisión. Cuando se mira al espejo aparece Michael Jackson.

Miguel Concha nació en Chile hace 43 años y lo suyo es una historia de amor.

–Lo mío es una historia de amor puro que empieza cuando tenía cinco años, la edad que tiene mi nieto ahora.

–¿Su nieto? ¿Es usted abuelo? –¡Sí! ¿Pero a que no lo aparento? Jajajaja. Pero bueno, a eso llegaremos más tarde. Te decía que fue una historia de amor puro...

Miguel tenía cinco años cuando estrenaron el videoclip de ‘Thriller’. Primero le dio susto pero luego le fascinó. Se aprendió los pasos del baile y se convirtió en la estrella de las fiestas de fin de curso en el colegio. Para su cumpleaños pedía ropa de Michael y el día que pusieron ‘Moonwalker’ su abuela Alicia le llevó al cine a verla. La vieron cinco veces seguidas. Lo curioso fue que, conforme crecía, su parecido con el pequeño Jackson empezaba a ser algo más que una anécdota. «Oye, me recuerdas mucho a...», le decían por todas partes.

A los 16 años hizo su primer show en una discoteca, delante de 2.000 personas, y ya no paró. Fiestas, cumpleaños, pubs, bodas... Miguel Concha era el alma de la fiesta y triunfaba por todo Chile. Entonces le llamaron de la televisión nacional y entró en un programa en el que elegían los mejores dobles del país. Fue a por todas y, a ritmo de ‘Billie Jean’, ganó el concurso y se llevó una importante suma de dinero. El triunfo le llevó a hacer una gira por Sudamérica y, al tiempo que se sacaba la carrera de Educación Física, trabajaba sin parar. Todo lo que ganaba lo invertía en ropa, maquillaje, bailarines, lanzallamas y bombas de confeti. Entre medias fue padre, se sacó una plaza de profesor de gimnasia en un colegio y su espectáculo era cada vez mejor. Entonces llegó 2009.

Francia–Zaidín

«Te digo que lo mío es una historia de amor», repite Miguel, por el pasillo de casa. Las paredes y las estanterías están llenas de fotografías, discos de vinilo, deuvedés, cuadros y figuras de Michael Jackson. Y de Iron Man. «Sí, Iron Man también me gusta mucho», apunta. Antes de recordar el fatídico 25 de junio de 2009, Miguel piensa en Granada. «No la elegí yo, fue el destino. Me trajo una chica. Mariló. Nos conocimos por Facebook, cuando yo vivía en Croacia pero venía mucho por España para actuar. Me dijo que le encantaba lo que hacía y empezamos a hablar. Vine a conocerla, pasamos dos semanas juntos y ahora tenemos dos mellizos, mis dos ojos que no cambiaría por nada en el mundo. Lo que es la vida, ¿eh?».

Los mellizos granadinos se llaman Izan y Carló. Su primer hijo, el de Chile, Miguel Ángel. Y su nieto, Franco. «Yo soy el abuelo y todos juntos somos los Conchas Five. Listo, se cierra la banda», ríe, recordando el vídeo que le mandó Franco el sábado pasado, por su quinto cumpleaños. «Salía bailando y me quedé asombrado. Dicen que ha aprendido solo». En junio de 2009, Miguel tomó la decisión más difí

cil de su vida: marcharse de Chile, dejar su empleo y su familia, vender el coche y la casa y apostar por Michael Jackson. Y se fue a Francia.

La propuesta llegó del mítico festival Les Francofolies de La Rochelle, uno de los grandes y multitudinarios encuentros musicales de Francia. «Me invitaron a actuar y pensé que era la mía. Daría el salto a Europa, donde no me conocía nadie. Además viajé con la ilusión de ver al mismísimo Michael Jackson, que iba a estrenar ‘This is It’ en Inglaterra y tenía una entrada vip que me costó 1.300 euros». En esas estaba, con la ilusión de un nuevo mundo, cuando la noticia le golpeó en la boca del estómago: «Ha muerto Michael Jackson». Completamente desubicado, llorando sin remedio, salió del hotel a tomar el aire cuando le atropelló un coche. Despertó al día siguiente en el hospital, con dos costillas destrozadas y el radio y el cúbito fracturados. «Todo se puso negro».

Tres meses después sonó el teléfono. Iban a hacer un homenaje a Michael Jackson en la estación de tren de Amiens y querían que Miguel participase. «Todavía hoy sigue allí la foto de aquel día –explica, orgulloso–. Todo el mundo pensó que llevaba dos guantes. Pero uno era un yeso. El caso es que ahí empecé». La productora del musical ‘God Save The Queen’, en Valladolid, vio las fotos y le llamó. Buscaban a un doble para organizar un gran espectáculo y él era la mejor opción. «Lo preparamos durante meses. Empecé a cantar, incluso. Y en noviembre estrenamos en la Plaza de Toros de Valladolid con un lleno absoluto».

Miguel recorrió España con su homenaje a Michael Jackson, siempre con un enorme éxito de asistencia. En 2011, sin embargo, rompe con la productora y se marcha a vivir a Croacia, donde permanece siete años. «Allí me presenté a ‘Got Talent’ y llegué a la final. Se me dio la gran oportunidad de trabajar con 2Cellos (un dúo que hace versiones de grandes temas del pop con violonchelo; de hecho, se hicieron famosos con su versión de ‘Smooth Criminal’, de Jackson) y me fui de gira con ellos por toda Europa». En 2014 protagonizó la película serbia ‘Monumento a Michael Jackson’ y, poco después, la revista Rolling Stones le otorgó el título de ‘mejor doble de Michael Jackson del mundo’ y hasta Sony Music le reconoce como doble oficial.

–Pero, a ver, ¿su cara siempre ha sido así?

–Sí. Son mis ojos, mi nariz, mi pelo... Son mis rasgos naturales. Pero cuando esto se convirtió en mi trabajo, en mi profesión, y me puse el nombre artístico de Mickel Jackson, me hice dos retoques: el orificio en el mentón, como Michael, que él también se operó para copiar a John Travolta; y me respingué un poquito la punta de la nariz.

Pandemia

El oficio de Michael Jackson, como el de todos los artistas, no vive buenos tiempos. «La pandemia ha sido terrible. No es un problema solo mío, es el de muchas personas». Aquí, en España, le hemos visto en la gala ‘Inocente, Inocente’, engañando a Abraham Mateo y, recientemente, en ‘Got Talent’. «No fue una buena experiencia. Antes de que se emitiera me llamaron para decirme que a partir de ahora todos los bolos tenían que pasar por ellos. Les dije que no y me enfadé mucho. Luego vi las consecuencias: soy el único participante al que cortan en el programa... Yo no iba a ganar, iba a presentarme después de la pandemia, para que se acuerden de uno y se supiera que estaba en España. Pero ni siquiera pusieron mi nombre. En cualquier caso, me dieron tres ‘sí’ y Risto me dijo que tenía algo especial».

Mientras lucha con la administración por homologar su título de Magisterio de Educación Física, ha intentado trabajar en todo lo que ha podido. «Fui a recoger fresas, pero ni en eso. Con dos niños es difícil tirar adelante y los pocos trabajos que han salido en este tiempo estaban mal pagados». Pero Miguel no pierde la fe en Michael. Nunca lo ha hecho. Este fin de semana actúa en Benalmádena, en el Bar Bonanza; y el 13 de agosto, en Carcabuey, Córdoba. «En abril de 2020 tenía una gira inmensa por Italia y aquí, en Granada, se ha cancelado dos veces el concierto ‘The Legend Continues. Tributo a Michael Jackson’, en el Palacio de Congresos. Seguro que has visto mi foto con sombrero blanco pegada por toda la ciudad...».

La Platería

Miguel ‘Mickel Jackson’ Concha se sube al taxi maquillado y vestido con sus mejores galas, una transformación que requiere casi una hora. «¿Y baila bien el gachón?», pregunta Fran, el conductor, cuando llega a la Peña la Platería. «¡Es Michael Jackson!», gritan emocionados en el templo flamenco al ver al chileno cruzar por delante de una enorme foto de Enrique Morente. «Ponme una cerveza de aquí, de las buenas», pide Miguel, sentado en una de las mesas del salón, sin salirse del personaje. La escena parece imposible, un sortilegio mágico más propio de puertas en el tiempo que de una calurosa tarde de julio. «Demonios, es Michael Jackson tomándose una Especial en la Platería», se maravillan los camareros. Luego, en el tablao, el «¡Au!» de Mickel Jackson resulta mágico, imposible y emocionante. Y sí, Fran, el gachón baila. Baila tan bien como él.

«Michael Jackson es como un padre para mí», dice Miguel en la terraza de la Peña, reflejando en sus gafas oscuras el doble de la Alhambra. «Lo que quiero es que pase la pandemia y poder seguir con su legado. Es lo que me apasiona, tanto dentro como fuera del escenario. Es lo que soy».

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