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La yedra que brota en las ruinas del convento de San Antonio de Padua

El monasterio, datado en el año 1636, se construyó adosado a la muralla nazarí. Se pueden ver las albercas y la cimentación

ÁNGEL RODRÍGUEZ AGUILERA Arqueólogo

El camino de San Antonio, que parte desde el inicio de la calle Real de Cartuja, llegaba hasta las proximidades de la puerta de Fajalauza, ascendiendo por el exterior de la muralla nazarí. Hoy día se encuentra desfigurado al haber quedado seccionado por la carretera de Murcia, pero es sin duda uno de los paseos arqueológicos frustrados más interesantes de la ciudad. Y digo frustrados porque desde que comenzaron las excavaciones arqueológicas a finales de los 90, pero especialmente en el año 2006, las obras siguen inconclusas. No obstante, esto no es un impedimento para que durante el ascenso podamos disfrutar de la muralla nazarí del Albaicín y de los restos arqueológicos descubiertos a ambos lados de esta.

Se trata de un camino exterior que conectaba la zona del Hospital Real y la iglesia de San Idelfonso con un portillo que había para pasar al interior del barrio, donde hoy la muralla está seccionada por la carretera. Su trazado se mejoró cuando en el siglo XVII el rico genovés Rolando Levanto decidió financiar el establecimiento de un nuevo convento en la ciudad, bajo la advocación de San Antonio de Padua y San Diego. Corría el año 1633 y para su emplazamiento se eligió precisamente la coronación del camino, antes de Fajalauza, adosándose al recodo exterior que hacía la muralla en este punto, al otro de lado de la finca conocida como huerta de la Alberzana. Este hecho venía a culminar una serie de inversiones que había hecho en la zona extramuros para urbanizarla adecuadamente. La consagración de la iglesia se hizo unos años más tarde, en 1636 y la intención de su benefactor era la construcción de un gran edificio, algo que se truncó con su muerte en 1639. Desde entonces, debido a la falta de financiación, las obras se ralentizaron y perdieron en calidad. Junto a la iglesia existió una casa del propio Rolando Levanto además del convento, con su claustro, noviciado y enfermería con dieciocho celdas, rodeado por una serie de huertas.

La pobreza material de su construcción quedó ampliamente equilibrada con la rica colección pictórica que colgaba en sus paredes interiores, con numerosas obras de Alonso Cano. Fue saqueado por las tropas francesas en su retirada de Granada. Como consecuencia de ello se destruyó una parte, siendo vendidas sus huertas a particulares, subsistiendo hasta 1835, momento en el que se produjo la exclaustración. A partir de este momento y hasta principios del siglo XX, los restos del antiguo edificio pasaron por distintas vicisitudes: viviendas de alquiler o algunas instalaciones artesanales, tal como lo describen algunos contemporáneos. Los restos de la iglesia fueron demolidos definitivamente en 1864, aunque algunas ruinas aún eran reconocibles a principios del siglo XX.

Desde su desaparición se convirtió en un solar que llegó en este estado hasta finales de los 90 del siglo XX, momento en el que se plantearon una serie de proyectos para recuperar la muralla nazarí, y como consecuencia de ello, también el convento.

Lo interesante es que estas excavaciones no solo permitieron conocer mejor la construcción de la muralla y los restos del antiguo convento, sino a qué se dedicó este espacio antes del siglo XIV.

En la campaña de excavación llevada a cabo en 1997 se pudo confirmar algo más la forma que se utilizó para cimentar la muralla por medio de una zarpa de argamasa dispuesta sobre la roca, creando una plataforma. Los desniveles existentes se salvaron con tramos achaflanados que son aprovechados para instalar los sistemas de evacuación de agua hacia el exterior. Intramuros se reconoció parte de un camino de ronda bajo y lo más interesante, una serie de estructuras de época romana como una pileta de opus signinum, que es un mortero impermeabilizante característico de este periodo, y restos de dos tinajas de gran tamaño, pertenecientes probablemente a un lagar. También aparecieron restos de un horno de cerámica, y numerosas evidencias de una intensa actividad agrícola asociada al convento de San Antonio.

Última excavación

Finalmente, en 2006 se hizo la última excavación con ocho sondeos cuyos resultados más importantes fueron la exhumación de la mayor parte de las estructuras que podemos ver hoy día y que formaban parte del edificio religioso de San Antonio de Padua. Destaca la presencia de varias albercas con distinta capacidad, fábrica y cronología. La que podemos observar extramuros se hizo para el propio convento, pero también se descubrió otra intramuros, construida de tapial, de época nazarí y que debió formar parte de las huertas de la Alberzana, antigua almunia real que data de época de Yusuf I, contemporánea a la construcción de la propia muralla. En la zona que debió ocupar parte de la iglesia, frente a la esquina que hace la muralla, aparecieron dos naves paralelas que aprovecharon en parte sus muros y los de las estancias perimetrales del claustro con una serie de canalizaciones excavadas en la roca, conectadas con un canal central mayor. Inicialmente esta estructura fue interpretada por los arqueólogos como restos de unas antiguas carnicerías, pero también podrían formar parte de alguna instalación fabril.

También se identifica la zona que debió ocupar el patio del claustro, y las huertas, situadas más arriba de la edificación, con una pequeña alberca adosada a la muralla que servía para regarlas. La descripción que hace del convento fray Tomás de Montalvo nos da una imagen de frondosidad, con abundancia de árboles frutales, tres jardines en los que se cultivaban las flores para el altar, destacando una tupida yedra: «Por las espaldas del convento sirve de cerca de su longitud un pedazo de muralla de la ciudad, de aquella porción que ha quedado libre de sus ruinas; por varias partes está vestida de yedras, que la hacen más vistosa».

A pesar del paso de los años, de que ya solo queda la huella del convento en la muralla y algunas cimentaciones que permiten intuir su extensión, esta yedra sigue brotando cada año, recordando el rincón de las huertas y jardines conventuales.

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2021-08-01T07:00:00.0000000Z

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