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Alba y Andreu discrepan sobre la necesidad de nuevas restricciones tras un fin de semana con 3 muertes

El luto vuelve a las residencias de mayores de La Rioja cinco meses después

ROBERTO GONZÁLEZ LASTRA

La consejera se muestra abierta a la toma de «decisiones» mientras la presidenta aboga por «cumplir» las normas actuales

La quinta ola sigue desbocada y multiplica por 22 la cifra de contagios del pasado julio

LOGROÑO. Ni en los parciales ni en los finales ni en la repesca. Después de casi 17 meses de pandemia solo hay una certeza, no hemos aprendido nada. Cada examen frente al SARS-CoV-2 se salda con un nuevo suspenso y la amenaza de un retorno a la casilla de salida, un retroceso a la pesadilla que, de momento, se ha visto impedido por las vacunas.

El ‘desarme’ de las autoridades autonómicas tras el fin del estado de alarma el pasado 9 de mayo abonó el terreno a los incumplimientos irresponsables y a una relajación generalizada de las medidas de prevención, favorecida por el hartazgo de meses de pesadilla y el exceso de confianza en una vacunación aún incompleta, aunque con beneficios innegables.

Una senda que llevaba al destino actual, al peor escenario posible.

Soñábamos con un verano mejor que el pasado y otro tsunami vírico amenaza con volver a arrasarlo todo. De momento la tregua estival de 2020 es ya una quimera. No hay más que cruzar los datos actuales con los de julio del pasado año para comprobar que la comunidad (y el conjunto del país) está mucho peor en todas las variables: en mortalidad –sin fallecidos el pasado año en todo el mes frente a las 4 muertes en éste, a falta de casi una semana para su cierre–; en la sanitaria –3 ingresados el 26 de julio del 2020 frente a los 59 de ayer, 9 de ellos en la UCI, un servicio que el verano pasado estuvo ‘limpio’ de COVID desde el 23 de mayo hasta el 18 de agosto–; y, evidentemente, en lo epidemiológico, en plena escalada por otra descomunal pared, que hace un año apenas era un leve promontorio hasta que las fiestas y ‘no fiestas’, que aún están por llegar, se encargaron de alterar su orografía.

Justo un año atrás, La Rioja había notificado 107 nuevos contagios entre el 1 y el 26 de julio, a los que hubo que incorporar los 15 surgidos hasta el 31. Con una incidencia acumulada a 14 días de 2,21 casos por 100.000 habitantes y la semanal en 1,26 a principios de mes, las alarmas prendieron en las últimas semana al ‘dispararse’ ambos indicadores hasta los 28,09 y 9,47, respectivamente, 25 veces inferior a la actual. Con seis jornadas sin nuevos contagios, la mayoría de los días los positivos se podían contar con los dedos de una mano –el récord fueron los 21 del fin de semana del 11 y 12 de julio y los 25 del día 21–, cuando la media actual ronda los 96 cada 24 horas. De hecho, en lo que llevamos de mes la cifra de contagios notificados asciende ya a 2.677; es decir, 22 veces más que en todo julio del pasado año.

No pinta bien el futuro inmediato. Los efectos de la quinta ola

La comunidad cierra la semana con 972 positivos, 463 del fin de semana, y con la incidencia más alta desde el 9 de febrero

tardaron en llegar a La Rioja, que desde hace días se encamina de nuevo a una cima a la que otras comunidades intuyen haber llegado ya. El virus parece campar otra vez a sus anchas.

Un semáforo en negro

Con el habitual descenso de los casos activos –ayer 1.538 tras una bajada de 68– tras un fin de semana en el que se reducen las pruebas diagnósticas, el resto de indicadores son para echarse a temblar. La Rioja ha cerrado con 972 contagios la última semana, 37 más que en la anterior, 463 de ellos de viernes, sábado y domingo (el fin de semana previo fueron 556), que disparan la cifra total hasta los 35.008 infectados detectados desde marzo de 2020. Las tasas de incidencia acumulada ascienden absolutamente descontroladas: la de 14 días está a un paso de los 700 casos por 100.000 tras incrementarse en un 155% en dos semanas (270,39 el día 12). Ayer quedó fijada en 691,75, la más alta desde el 9 de febrero, tras un alza desde el viernes de 65,64 puntos, el triple que la nacional, en 700,10 (+22,43). Mientras, la semanal, en 381,98 (+8,75), se aleja de la estatal (338,94). Por edades, suben en todas las franjas, con la de los adolescentes sin freno –2.455,74 de IA 14 (+172,33 durante el fin de semana)–. La positividad, en el 15,08%, triplica ya la tasa recomendada por la Organización Mundial de la Salud.

Cifras y estadísticas a veces engañosas pero que trasladadas al ‘semáforo’ regional dibujan un boceto cada vez más oscuro: de sus 8 indicadores, 5 se han teñido de negro, nivel 4 o 3 intensificado (riesgo extremo) –los cuatro de incidencia general y de mayores de 65 años y el de positividad–; uno está en rojo (nivel 3, riesgo alto) –ocupación UCI–; uno en ámbar (nivel 2, riesgo medio) –ocupación hospitalaria–; y solo uno, el de trazabilidad está en nivel 0, el de una nueva normalidad que se aleja si quienes deciden –Concha Andreu anticipó restricciones el 26 de julio del año pasado con 26,20 de incidencia acumulada– y los ciudadanos no nos ponemos las pilas. Solo la vacunación ha impedido, de momento, la catástrofe.

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

2021-07-27T07:00:00.0000000Z

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