La llegada de la vacuna ofrece una cierta esperanza, pero la emergencia sanitaria está lejos de solucionarse.

PREVER LO QUE NOS VA A PASAR

en temas de salud durante el año 2021 y más allá, es una tarea ardua, difícil, casi imposible diría yo. Sobre todo viendo lo que ha pasado en el presente año. Si nos hubieran dicho que íbamos a estar confinados meses, que iban a morir millones de personas en el mundo y que objetos como las mascarillas o los geles hidroalcohólicos iban a formar parte de nuestra vida diaria, no nos lo hubiéramos creído. Lo que nos viene encima, en el futuro próximo, es difícil de predecir, incluso para Rappel.

El coronavirus parece que ha llegado a nuestra existencia y es posible que las cosas no sean igual que antes nunca.

Tenemos depositadas nuestras esperanzas en la vacuna. Pero no es tan sencillo. La velocidad en la producción y los temas logísticos en cuanto la distribución va a hacer casi imposible que alcancemos un elevado nivel de inmunización y cierta seguridad frente al coronavirus hasta bien entrada la segunda mitad del próximo año. Por no decir que los países pobres o en vías de desarrollo también tendrán que vacunar a su población con muchos menos medios y recursos que los del primer mundo. El tema es que al tratarse de una pandemia, que nos afecta a nivel mundial, no vamos a estar seguros hasta que la infección se controle también en estos lugares. Muchos agentes infecciosos tienen capacidad de mutar y hacerse resistentes a los tratamientos, como por ejemplo el virus de la gripe. No sabemos lo que pasará con el COVID. La actual pandemia ha supuesto un test de estrés para todas las facetas