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Ya están ahí

Por Isabel Coixet www.xlsemanal.com/firmas Instagram: Isabel.Coixet

ya están ahí siguiendo (y equivocándose) la bolita azul de Google Maps. Ya están ahí con sus mochilas, con sus sandalias, con sus libros de frases para decir «café con leche de avena». Ya están ahí con su sinfonía de maletas de ruedas retumbando sobre el empedrado. Los turistas. Franceses, italianos, alemanes, rusos, suecos, noruegos, americanos. En cruceros, aviones, trenes, coches. Como si el pasado año hubiera sido tan sólo un espejismo. Como si nunca hubieran faltado. Y no sólo en España. Este puente del Pilar, Lisboa ha sido la ciudad europea que más visitantes ha recibido: literalmente, era imposible abrirse paso por las calles del centro y no se oía una palabra de portugués. Era tal el gentío que mi pareja y yo decimos refugiarnos en nuestro hotel hasta la hora de la cena; toda la belleza de la ciudad, oscurecida por el fragor de los miles de personas que lo invadían todo: bares, restaurantes, iglesias, librerías, tiendas, museos. Cuando hay que pelearse a brazo partido por ocupar una terraza, debería ser la señal de hacer una tregua. Nunca conseguiré ver el encanto de una ciudad entre grupos de gente guiados por un guía con una banderita. Es algo que me deja perpleja. Me pregunto si esos

Nada ha cambiado tras un año y medio de pandemia. Ni siquiera se respira un aire de victoria contra la enfermedad. No hay alegría tras nuestra aparente supervivencia

turistas disfrutarán verdaderamente de su visita o soy yo la que proyecto mis propias fobias en los demás. No consigo que me quepa en la cabeza que 'eso' sea el turismo: seguir las explicaciones, a menudo genéricas y con escasa personalidad, de un guía exhausto, junto con cincuenta personas más; recorrer rodeado de conciudadanos las mismas franquicias que puedes encontrarte en tu propia ciudad; o hacerte un selfi en el que apenas se divisa, detrás de ti, el acueducto romano que ha aguantado dos mil años en pie tan sólo para salir desenfocado en una foto tuneada para tu feed de Instagram. Es como si la experiencia real de visitar otro país se fuera descafeinando hasta que no quedara nada ni de experiencia ni de real. Y, sin embargo, nada más acabarse las moratorias y las prohibiciones de la pandemia vuelven a producirse los atascos, las colas, el gentío invadiendo los centros históricos de ciertas ciudades, colapsando transportes y siendo en general lo que mi abuela llamaba 'una murga'. Nada ha cambiado tras un año y medio de pandemia. Ni siquiera se respira un aire de victoria contra la enfermedad. No hay alegría tras nuestra aparente supervivencia. ¿Para esto queríamos seguir viviendo y viajando? ¿Para hacer cola delante de una franquicia de helados? ¿Para dejarnos los ojos y las rodillas intentando descifrar las instrucciones de Google Maps mientras una bolita azul se ríe de nosotros? ¿Para abrirnos camino entre despedidas de solteros y solteras que por fin podrán celebrar la boda de sus sueños mientras vomitan la mezcla criminal de chupitos de

limoncello y Jägermeister en todas las ciudades a las que llegan los vuelos

low cost?

Así estamos, siguiendo a un guía con banderita que está aún más perdido, si cabe, que nosotros.

Q

Firmas

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2021-10-24T07:00:00.0000000Z

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