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La Educación sexual, la nueva Ciudadanía

A la promoción curricular en formación afectivo-sexual se le unen más valores políticos y sociales que precisan consenso

La Educación afectivo-sexual será curricular a partir de los seis años, según ratificó el Consell el pasado viernes tal y como se incluye en la Estrategia valenciana para las violencias sexuales. La Educación afectivo-sexual hace décadas que está en los centros educativos, aunque ahora la tendencia es incluir su exigencia curricular en las leyes estatales y autonómicas, pues la Educación es tangencial, aunque no sea competencia, de cualquier ministerio o conselleria. Es larga la lista de espera de contenidos que desean figurar en el currículo escolar y no hay ministerio, ni conselleria, que no lo intente. Mientras, el ámbito educativo lo que quiere es podarlos, recortarlos, pero sigue siendo el intento del niño de San Agustín que quiso vaciar el mar con una concha.

También el anteproyecto de ley por la igualdad real y efectiva de las personas trans, por citar otra reciente, promueve la inclusión ‘entre los aspectos básicos del currículo de las distantes etapas educativas el conocimiento y respeto a la diversidad sexo-afectiva’. Otra, ésta de 2010, la Ley del Aborto, exige a los poderes públicos garantizar ‘la información y la educación afectivo sexual y reproductiva en los contenidos formales (es decir, los currículos) del sistema educativo’.

Coinciden estas leyes –y otras parecidas– en tres características: la invasión competencial en la educación, la extensión del contenido de la educación afectivo-sexual y la redundancia de las normas. Ya recoge la Lomloe que es objeto del sistema educativo “’la educación afectivo-sexual’, así como el ‘respeto a la diversidad afectivo-sexual y familiar, el fomento de la igualdad efectiva’ y ‘la prevención de la violencia de género’.

No es exacto, pues, el adanismo que estas leyes pretenden promover sobre el tema, ya que, y tantos lectores recordarán de su época de instituto, la educación sexual hace tiempo que está en las aulas. Y cualquier padre de Primaria lo ve en los libros de texto. Una formación que empezó desde la biología, se extendió hacia lo sanitario y puramente informativo y ahora se abre en abanico y se le adhieren contenidos y valores. De alguna forma, ha pasado de una formación para conocerse a uno, desde el punto de vista de la educación integral de la persona que se le exige a la escuela, a conocer a los otros. Y, desde la izquierda identitaria, se adhieren valores transformadores. Así, y viendo la lista de contenidos que se asocian a la educación afectivo-sexual, ésta se ha convertido en una especie de Educación para la Ciudadanía que tan bronca resultó en su día por eludir el consenso político exigible cuando se trata de introducir valores democráticos en la escuela. Tal consenso no es algo tan evidente como se hace ver, y sólo hay que observar el cruce de acusaciones entre sectores de la izquierda por la llamada Ley Trans, una discusión de tintes más cismáticos que laicos.

La escuela, claro, da respuesta a las animaladas que parten de las posturas de superioridad por condición de unos sobre otros y lo hace, por supuesto, contra el racismo, el machismo, la homofobia, el nacionalismo excluyente… o al menos debería. Y lo hace desde la transmisión transversal de valores de autocontrol, respeto, tolerancia, convivencia y diversidad que les son tan propios, si no quieren hablar de virtudes, que serían más exactas.

La nueva educación afectivosexual, no obstante, tiene algo más de político.

VALENCIA

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

2021-07-27T07:00:00.0000000Z

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