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. Editorial

(Fratelli tutti 235)

Seguimos inmersos en una crisis global sin precedentes. La emergencia sanitaria ha venido a sumarse a la emergencia climática y ambas afectan de modo singular y con mayor gravedad a los pueblos más empobrecidos. Para ellos, las consecuencias de la pandemia desatada por el coronavirus no han hecho sino incrementar las dificultades, agudizando sus necesidades y haciendo aún más crítica su situación.

Nuestra misión es la lucha contra el hambre y la pobreza, sus efectos y también sus causas. Por eso, en este momento preciso de la historia, nos sentimos especialmente llamados a cimentar, con las comunidades excluidas a las que acompañamos, una convivencia más fraterna, edificada sobre sus iniciativas y nuestro apoyo solidario.

Las circunstancias son duras para todo el mundo, todos sufrimos la misma tormenta, como nos decía el papa Francisco en el momento extraordinario de oración (Statio Orbis) de marzo del año pasado. Es verdad. Pero no todos vamos en la misma barca ni tenemos las mismas posibilidades o recursos para enfrentar los riesgos. Como dice el Papa en su vídeo del pasado abril dedicado al apoyo a los defensores de los derechos humanos, hay ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de descarte. Reconociendo esta realidad, sabemos que, para plantar cara a este virus que ha puesto en jaque a nuestro mundo y nuestra seguridad, tenemos que compartir los remedios y salvarnos juntos si queremos salvarnos todos. Si algo ha hecho evidente esta pandemia, es que nadie está a salvo solo en un mundo absolutamente interconectado y que la promoción del bien común, a través de la solidaridad de todas las personas, los actores sociales y las instituciones, es la manera de construir un planeta más sostenible y una vida más digna para toda la humanidad.

Es urgente combatir la Covid-19 y poner a disposición de todas las personas, en primer lugar de las más vulnerables, los recursos necesarios para garantizar el derecho a la salud.

Es urgente combatir la Covid-19 y poner a disposición de todas las personas, en primer lugar de las más vulnerables, los recursos necesarios para garantizar el derecho a la salud, como los tratamientos y los medios de prevención, especialmente las vacunas. Pero es igual de urgente combatir el virus del egoísmo, de la indiferencia, de la pasividad. Porque de esta crisis podemos salir mejores, pero también podemos salir peores, más preocupados por nuestra propia salvación, por nuestro propio bienestar. Mientras, en los lugares donde apoyamos proyectos y conocemos el rostro de los que sufren, los gritos de los pobres crecen y es más apremiante que nunca atender su llamada.

Por eso, para empezar de nuevo, con soluciones universales y sin dejar a nadie atrás, hay que partir de los últimos. Poner a los últimos en primer lugar es nuestro sello distintivo como seguidores de Jesús de Nazaret. Él, que se hizo último, nos enseña a superar nuestro egocentrismo y, reconociendo nuestra propia fragilidad, a hacernos prójimos de quien más lo necesita.

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2021-06-22T07:00:00.0000000Z

2021-06-22T07:00:00.0000000Z

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