“VOLVÍ AL ATLETISMO después de ser madre y fue entonces cuando obtuve los mejores resultados. En 2011 decidimos hacer un 1.500 porque tenía tiempos buenos a pesar de ser de distancias más largas. Pero cuando competía, me bloqueaba y hacía peores tiempos que cuando entrenaba. Los nervios me podían y yo misma me presionaba. Así que el entrenador me dijo que me tomara un tiempo para relajarme. Durante ese periodo,

corría solo por placer. Y me fui con amigos a Fuente Dé a correr un kilómetro vertical. Yo no sabía ni lo que era eso y andaba por allí buscando la pista. La gente me decía: “Allá arriba lo vas a ver, tú sube…”.

Y me encontré con la montaña y pensé: “Esta gente está loca, corriendo por aquí como las cabras…”, pero me lo pasé genial. Hacía tanto tiempo que no me divertía compitiendo, que no miraba el reloj…

Corrí por sensaciones, algo que nunca había hecho, lo disfruté muchísimo. Y gané, no me lo podía creer y ahí me quedé enganchadísima.

Entonces empecé a combinar montaña y pista, pero en 2013 me calenté y opté por el trail. Busqué un nutricionista, que se convirtió en mi entrenador, y en 2014 ya era internacional y quedé quinta en MontBlanc y primera española. Ahora, la montaña es mi vida”.