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Una educación perdida

“Mi madre no me deja ir al colegio porque tiene demasiado miedo y quiere protegerme a mí y a mis hermanos de las bombas” – Bana, una niña del norte de Homs En 11 de los 12 grupos hubo niños y niñas que no podían ir al colegio, o padres cuyos hijos no eran capaces de ir a clase.

En 10 de los 22 grupos se dijo que los niños a veces tienen demasiado miedo para ir a clase, por temor a los bombardeos y al fuego de artillería.

En siete de los 17 grupos de adultos mostraron preocupación porque, incluso cuando los niños podían ir al colegio, la calidad era mucho más baja que antes del asedio.

La búsqueda desesperada de alimentos y medicamentos, deja desatendidas necesidades de largo plazo, como la educación. Sin embargo, a la mayoría de personas entrevistadas les preocupaba que esta enorme alteración en la educación pudiera crear una “generación perdida” de niños en las zonas sitiadas. En algunos lugares, los entrevistados afirmaron que la mitad de los niños o más no podían ir al colegio debido a la falta de instalaciones o a la inseguridad. Incluso muchos de aquellos que pueden ir a clase han perdido meses o años de colegio por desplazamientos frecuentes o el bombardeo de escuelas. La ciudad de Moadamiyeh contaba con 22 colegios antes del asedio; 15 han sido cerrados y los siete que quedan están dañados.

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La educación es objeto de ataque en toda Siria. En los últimos cuatro años se han producido más de 4.000 ataques sobre colegios, desde bombardeos y fuego de artillería contra los edificios hasta grupos armados que han tomado colegios para convertirlos en bases militares, centros de detención o cámaras de tortura. La ONU

75 calcula que se ha atacado a uno de cada cuatro colegios en Siria. La escolarización, cercana al 100% en muchas zonas antes de la guerra, se ha desplomado y actualmente hay más de dos millones de niños y niñas sirias que no van al colegio. En unos pocos años se han anulado décadas de progreso educativo.

Las entrevistas con alumnos de las zonas sitiadas muestran el miedo diario cuando están en clase:

“Cuando estoy en el colegio y oigo los aviones no puedo volver a casa y nos mandan a los sótanos hasta que la situación se calma un poco. Si el bombardeo se vuelve muy intenso, el colegio cancela las clases para todo el día.” – Fathi, un niño en Ghouta oriental

Muchos colegios en zonas sitiadas afrontan escasez de productos básicos como libros de texto, papelería y pupitres. Sin electricidad ni calefacción, muchos colegios solo encuentran o solo pueden permitirse combustible para hacer funcionar generadores durante unas pocas horas al día, y se sabe que se a veces se han utilizado pupitres para hacer fuego. Los niños y niñas con desnutrición y con privación del sueño debido a los bombardeos, a menudo no pueden concentrarse y no tienen energía para el estudio.

“Los niños siempre están enfermos, tosen y estornudan y están malnutridos. En las aulas hace frío y no hay combustible y no podemos conseguir madera.” – Nayef, un trabajador humanitario sirio cuya organización apoya a las escuelas en las zonas rurales bajo asedio de Damasco

“Hay una guardería pero está cerrada por los constantes cortes de electricidad, y no tenemos combustible para mantenerla en funcioamiento.” – Samah, una madre y profesora del norte de Homs

“No es solo un asedio contra los alimentos y los medicamentos... es un asedio sobre el conocimiento.” – trabajador

humanitario sirio

La escasez de profesores es otro gran reto. Se calcula que uno de cada cinco profesores sirios ha sido desplazado o asesinado. Las restricciones a la circulación de personas

76 en las zonas asediadas hacen incluso más duro reclutar profesores de otras zonas o conseguir apoyo extra. Para que los resultados y los certificados sean reconocidos, los estudiantes tienen que ir a examinarse a colegios administrados por el Gobierno. En algunas zonas bajo asedio cerca de Damasco, los estudiantes tienen permitido salir de forma temporal para ir a hacer los exámenes. Los entrevistados indicaron que, cuando vuelven, son detenidos en los puestos de control y se les confisca todo alimento o medicamento que lleven consigo. Las restricciones en Foah y Kefraya significan que 1.900 estudiantes no pudieron hacer sus exámenes.

77 Trabajan con los profesores que aún quedan, profesionales dedicados que se quedaron a pesar de que muchos ya no reciben un salario del Gobierno. Muchos también dependen de sus padres, de la ayuda de voluntarios locales o estudiantes universitarios y de cualquier material que puedan encontrar. “Cuando estoy en clase estoy distraído y tengo miedo de los bombardeos, tanto por mí mismo como

por mi familia, que está en casa pero no sé si están seguros.” – Marwan, un niño

en Ghouta oriental

Grupos comunitarios y ONG locales han asumido la responsabilidad de mantener los colegios en funcionamiento.

Donde hay colegios que pueden mantenerse en funcionamiento, los profesores encuentran niños y niñas con muchas ganas de aprender. Las personas a las que entrevistamos también señalaron que mantener a los niños a salvo tiene beneficios más amplios: evita que los niños sean reclutados por grupos armados, da a las niñas oportunidades más allá de casarse y les proporciona herramientas para ser cada vez más autónomos. Aunque es difícil, proporcionar educación en las zonas sitiadas es fundamental, ya que ofrece a los niños y niñas la oportunidad de tener una sensación de normalidad, a pesar de la pésima situación que viven.

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2016-03-09T08:00:00.0000000Z

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