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Cierra la perfumería Güezmes, un símbolo del comercio de Santander.

El cierre del grupo comercial, con casi cien años de historia, supone un paso más en la desaparición de comercios de toda la vida en la ciudad

CANDELA GORDOVIL

Fundada en 1927, es uno de los establecimientos más veteranos de la ciudad

SANTANDER. Varios carteles rojos en los escaparates de la perfumería Güezmes, en la céntrica calle San Francisco, lo anuncia bien grande: liquidación total por cierre. «No me lo puedo creer», comentó una de las vecinas que se topó con el anuncio de frente. La última perfumería del grupo comercial especializado en alta cosmética, fundado en 1927, cierra sus puertas porque «ya no compensa». «Llegó un momento en el que pusimos en una balanza lo bueno y lo malo y no tuvimos duda. Lo que nos pesa es no continuar con un negocio casi centenario», comenta Javier Güezmes, propietario de la tienda junto a su hermana Lourdes. Ambos pertenecen a la tercera generación de un grupo que fundó su abuelo, Andrés Güezmes García, con una primera droguería y perfumería en los arcos del edificio Botín, en la Plaza Pombo.

Desde que el fin de semana publicaron la noticia en las redes sociales, el teléfono no ha dejado de sonar. «Qué disgusto me acabo de llevar. Qué pena. A ver ahora dónde vamos. Otro comercio de toda la vida que sucumbe», respondió una usuaria y clienta en el perfil de Facebook del negocio. De hecho, muchos de esos clientes «fieles» se acercaron ayer a la tienda. «Nos vienen a dar el pésame. Hay gente que lo ha sentido mucho, pero les digo que estamos contentos de verdad. Que nos toca ser felices, estar con nuestras familias y vivir tranquilos», explica el comerciante.

Aún no saben la fecha exacta del cierre, «en cuanto acabe la liquidación del género». Aunque, a juzgar por la estampa que reinó ayer en la tienda, no tardarán en venderlo. «Hemos empezado hoy con la liquidación y esto es un no parar», reconoce.

En un momento tan importante de sus vidas, resulta inevitable echar la vista atrás. «Hemos disfrutado muchísimo y estamos orgullosos del trabajo realizado». Y tienen motivos para estarlo. De esa pequeña tienda en Pombo –donde volvieron años más tarde–, Güezmes se trasladó a la calle La Blanca, una continuación de la calle San Francisco y una de las zonas más comerciales de la ciudad. Allí todo cambió.

El 15 de febrero de 1941, más de 500 establecimientos de Santander quedaron arrasados por las llamas. Entre ellos, Güezmes. Pero vencieron al fuego. Entonces, regresaron al lugar que les vio nacer, aunque en esta ocasión ocuparon los barracones que se construyeron por toda la ciudad una semana después del incendio. Estos pabellones estaban pensados para el comercio: obras sencillas de una sola planta, con un almacén y un servicio higiénico en la trastienda. Así, cuando la ciudad ya contaba con un nuevo entramado, hubo comerciantes que decidieron regresar al centro. Por eso, la familia Güezmes se instaló en el número 15 de la calle San Francisco, tienda que ahora cierra para siempre. Una tienda que fue abierta por Pilar y Pedro, hijos del fundador, a los que se sumarían otros dos hijos, Conchita y Andrés. «En esa época era la calle más importante del comercio de Santander. Ahora quedamos solo cuatro comercios de toda la vida», lamenta Javier.

Exclusividad

Con el paso de los años, lejos de estancarse, a pesar de la buena acogida que tuvieron sus productos en la ciudad, el grupo comercial se fue especializando en el «mundo selectivo» de la perfumería, para dar a sus clientes «la respuesta más profesional» de este gremio. De hecho, en 2002 crearon su propia fragancia, ‘Agua de Güezmes’, coincidiendo con su 75 aniversario.

Su bagaje y exclusividad les permitió estar presentes en la calle San Francisco –la tienda que cierra ahora– en el centro comercial Kuo, en la calle San Fernando, en Rualasal –cerró en 2016–, en Torrelavega e incluso en Somo, de cara a los veranos. «A nuestra perfumería venía gente de fuera y

alucinaba porque encontraba perfumes que no había visto nunca antes», añade Javier, que entiende que con la sangría de cierres de comercios locales, Santander pierde su «esencia». A su juicio, las grandes cadenas han «arruinado» la personalidad de las ciudades. Y ya no hay marcha atrás. «Es una pena. Pero esto no tiene futuro». De hecho, cuando tomaron la decisión de cerrar, Javier preguntó a sus dos hijas si querían continuar con el negocio. «Yo les aconsejé que no lo hicieran. Es duro y la situación va a peor».

Esto, a pesar de las obras de renovación de la calle San Francisco, que concluyeron en verano y que pretendían mejorar la movilidad peatonal, la imagen y la seguridad del vial con un presupuesto de más de un millón de euros. «La solución es otra. Y nadie lo ha querido ver. En esta ciudad faltan plazas de aparcamiento. Hubo una oportunidad y se desaprovechó», lamenta el comerciante. Ahora, después de muchos años de sacrificio, alegrías y algún que otro quebradero de cabeza, a Lourdes y a Javier les toca descansar, que se lo han ganado.

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2023-11-21T08:00:00.0000000Z

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