Perdiendo cuatro guerras a la vez
ANDREA RIZZI
La Unión Europa afronta cuatro graves conflictos. Está perdiendo en todos ellos. El primero es militar: la agresión de Rusia contra Ucrania. El segundo es comercial: la ofensiva arancelaria de Trump. El tercero es industrial: la maniobra de China para dopar con respaldo público su capacidad manufacturera, echándonos de facto de su mercado e inundando el nuestro. El cuarto es moral. No es un asalto dirigido contra nosotros, pero, igualmente, en él perdemos algo tan grande como nuestra honorabilidad. Es la devastación israelí en Gaza, a la cual, como bloque, asistimos inertes.
En el frente de batalla de Ucrania, no sufrimos una derrota redonda y definitiva. Pero cabe observar que la intensidad de los bombardeos rusos está en alza. Las tropas del Kremlin ganan, poco a poco, terreno. Las sanciones no han impedido a la industria de defensa rusa reconfigurarse alcanzando niveles de producción formidables; las ayudas a Kiev son insuficientes. La sumisión ante Trump —sea en la OTAN, sea en relaciones comerciales— es la prueba de nuestra ineptitud para sostener ese frente solos. Necesitamos a EE UU, y el temor a que nos abandone explica las genuflexiones. El pacto comercial es otra derrota. Evita tal vez daños mayores, mantiene algunos sectores exentos de aranceles, en el de los coches mejora la situación preexistente, retiene la capacidad reguladora sobre gigantes digitales. Pero no hay que confundirse: es una derrota, en la sustancia, y también en la forma, con esa pleitesía al emperador en su cancha de golf.
También perdemos inequívocamente en el enfrentamiento económico con China. Como ha señalado el economista Brad W. Setser, lo de Pekín también es una guerra comercial contra Europa, y la está ganando. Lleva adelante desde hace tiempo una gigantesca operación de apoyo público a sectores manufactureros cruciales. Ahora, progresivamente echa de su mercado a competidores europeos y va inundando el nuestro por la vía de ese dopaje público. Sectores clave de nuestra industria sienten la presión estrecha en la yugular.
Perdemos además de forma indignante en cuanto a la masacre israelí en Gaza. Algunos Estados, con España a la cabeza, han actuado de forma digna. Pero en conjunto permanecemos inertes ante hechos que encajan de forma cada vez más cristalina con la definición de genocidio según el derecho internacional. El veto de algunos impide que la UE haga incluso lo mínimo, es decir, suspender su acuerdo de asociación con Israel por manifiesta violación de derechos humanos. Pero seamos claros: Alemania no solo bloquea eso, es que directamente ha seguido entregando armamento a Israel. En conjunto, es una ignominiosa renuncia a sostener nuestros principios fundacionales—de lo cual toma buena nota el resto del mundo—. Un desastre.
La debacle no es definitiva. Pero para levantarnos debemos entender la dureza de la derrota que estamos sufriendo, en todos los frentes. Las soluciones son claras, y tienen un común denominador: más integración. Culminar el mercado común para ser más resilientes y productivos; impulsar inversiones comunes para proveer bienes públicos europeos y favorecer innovación de manera equilibrada; más coordinación en el sector de la defensa. Si no lo hacemos, las consecuencias también son claras. No es que las grandes fieras nos comerán en el futuro. Ya están mordiendo nuestras extremidades, y lo que ocurrirá es que seguirán hasta las entrañas de la débil presa.
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2025-08-02T07:00:00.0000000Z
2025-08-02T07:00:00.0000000Z
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