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El palacete de París devuelto... ¿era del PNV o del Gobierno vasco?

«Símbolo». La entrega al PNV por parte del Estado del edificio en el que estuvo el lehendakari Aguirre en el exilio reabre el debate histórico sobre si su titularidad debe estar en manos jeltzales o del Ejecutivo autonómico

DAVID GUADILLA

Hay edificios que trascienden lo urbanístico. A los que su propia historia les otorga un valor que supera lo material para convertirse en un emblema, en algo que entra de lleno en lo emocional. Es lo que ocurre con un palacete ubicado en pleno corazón de París, en el número 11 de la avenida Marceau. Sede del Instituto Cervantes en la capital gala durante décadas, el Gobierno central y el PNV cerraron un pacto justo antes de esta última Nochebuena por el que pasaba a manos jeltzales por «su vinculación histórica» con el partido después de pertenecer al Estado durante setenta años. Se cerraba un relato complejo, lleno de giros, traiciones, juicios dudosos, juegos políticos y hasta la participación de la Gestapo, pero del que, en todo caso, sigue colgando algún fleco. Porque a partir de aquí surge un debate histórico. ¿Tiene que ser del PNV o del Gobierno vasco?

El edificio de la avenida Marceau fue «un símbolo, de muchas cosas, pero sobre todo de la esperanza». Leire Arrieta es doctora en Historia Contemporánea, profesora titular de la Universidad de Deusto y autora de varios textos sobre la relevancia de este inmueble. Para desentrañar su significado hay que remontarse casi noventa años atrás. Cuando la victoria franquista es ya inevitable y Europa se asoma a la Segunda Guerra Mundial.

El contexto, como subraya Arrieta, es fundamental. Se acababa de configurar el primer Gobierno vasco, con José Antonio Aguirre como lehendakari. Entre sus primeras decisiones estuvo la creación de una red de delegaciones que servían para tejer una red de relaciones políticas, ayudar al exilio... La de París se abrió en noviembre de 1936, pero en otro lugar. El traslado a la avenida Marceau se produjo en marzo de 1937, primero en régimen de alquiler, hasta que en octubre de ese mismo año Marino de Gamboa, un filipino de origen vasco y con ciudadanía estadounidense, lo compró «por encargo del PNV» por 1.460.000 francos gracias a «aportaciones» de vascos en América.

A primeros de 1939, y cuando la victoria de Franco ya es inevitable, el Gobierno vasco –en el que estaba el PNV, PSOE, ANV, Izquierda Republicana, Unión Republicana y el PCE– crea una sociedad anónima para proteger todas sus propiedades en Francia y «dar cobertura legal a sus actividades». La firma se llamaba Finances et Entreprises S. A. y sus accionistas, recalca Arrieta, eran «en su mayoría hombres de negocios británicos y franceses que habían suministrado víveres al Gobierno vasco durante el bloqueo de Bilbao». La sociedad compra el local por 1.600.000 francos, de los que 250.000 se destinan a adquirir los muebles.

El edificio, según las escrituras recogidas por Leire Arrieta en el libro coordinado por Ludger Mees ‘La celebración de la nación. Símbolos, mitos y lugares de memoria’, constaba de 451 metros cuadrados, «de un cuerpo de edificio levantado sobre un sótano y bodegas, que consta de planta baja, de un primer piso de habitaciones y de un segundo con un desván por encima» y «de otro cuerpo que se levanta a ras de suelo con una planta baja y un piso».

Pero más allá de los detalles técnicos, el inmueble de la avenida Marceau tiene «una gran importancia simbólica porque fue el corazón del Gobierno vasco en el exilio», subraya Santiago de Pablo, catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU. De hecho, lo fue también para el conjunto del republicanismo, añade Arrieta, para los «demócratas españoles que encontraron en él un hogar lejos de su hogar. Se erigió en símbolo de democracia y europeísmo».

Un espacio de compromiso que cayó con la entrada de los nazis en París en junio de 1940. Y ahí comienza otra parte de la historia. La Policía española, apoyada por la Gestapo, ocupa el edificio. Se incautan de numerosa documentación. Un año después, la Embajada española logra que un tribunal francés embargue los bienes de la sociedad Finances et Entreprises, que luego pasan a ser propiedad del Estado espa

ñol. El palacete no volverá a manos vascas hasta agosto de 1944, tras la salida de los alemanes.

Y ahí se inicia una batalla legal que se prolonga siete años. El régimen franquista sostiene que la sentencia dictada por los jueces franceses establece de forma clara que la propiedad es del Estado. El Gobierno vasco, por su parte, trata de activar su red de contactos para demostrar que era un fallo que no podía tener validez al haber sido dictado durante la ocupación nazi. Todo fue en balde. El Gobierno vasco es expulsado del número 11 de la avenida Marceau el 28 de junio de 1951.

El dolor del lehendakari

«La propia viuda de Aguirre, Mari Zabala, afirmó que tal vez había sido la única ocasión en la que había visto a su marido cabizbajo y sin poder ocultar el dolor que le invadía», subraya Arrieta. Había una mezcla de desasosiego, tristeza y sensación de haber sido traicionados. Algo que explicó Francisco Javier Landaburu, que ejercía de responsable de relaciones exteriores del Gobierno vasco. «No nos lo han quitado los falangistas, sino nuestros amigos».

Se abre entonces un periodo que se prolonga durante más de 70 años y que concluyó el pasado 23 de diciembre con la publicación del decreto ley en el que se establecía que «la propiedad del inmueble de titularidad de la Administración General del Estado quedará atribuida al Euzko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco en atención a la vinculación histórica del edificio con este partido». Se trataba de una reclamación histórica del PNV que se ha concretado en un momento muy determinado: cuando Pedro Sánchez está necesitado de los votos jeltzales en el Congreso para sacar adelante sus principales leyes, entre ellas, los Presupuestos. Y ahí es donde surgen los primeros recelos.

«Me llama la atención que su cesión se haya ligado a una cuestión de necesidad política, lo justo sería devolverlo con independencia

MOMENTO HISTÓRICO

El Gobierno de Sánchez se lo dio al PNV en diciembre para garantizarse el apoyo de los jeltzales

SANTIAGO DE PABLO

«Creo que está más cercano al Gobierno vasco que al partido desde un punto de vista histórico»

LEIRE ARRIETA

«Es de justicia que haya sido entregado al PNV porque lo adquirió en un primer momento»

SIMBOLISMO Que quedase en manos del franquismo fue uno de los momentos más duros del lehendakari Aguirre

del apoyo que se requiera para sacar adelante los Presupuestos», subraya De Pablo.

Y luego surge otra pregunta. ¿Debe estar en manos del PNV o del Gobierno vasco? En un artículo publicado en EL CORREO hace siete días, Pedro Chacón, profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU, aseguraba que lo correcto sería que la titularidad fuese del Ejecutivo autonómico. Una opinión que comparte Santiago de Pablo, a quien le ha llamado la atención esa alusión «a la vinculación histórica del PNV». «Creo que está más cercano al Gobierno vasco que al partido desde un punto de vista histórico», subraya, aunque admite que en el exilio se vivía una «mezcla muy difusa» entre lo que era el partido y el Gobierno.

Arrieta, por contra, considera que «es de justicia» que haya sido entregado al PNV porque fue la formación jeltzale «la que lo adquirió» aunque luego se lo cediese al gabinete presidido por Aguirre. «Clamaba al cielo», enfatiza la historiadora, quien, en todo caso, comparte con De Pablo la necesidad de recalcar los tiempos convulsos en los que se realizó la adquisición del palacete. «Era muy difícil establecer las líneas entre unos y otros. El propio Landaburu dejó claro que muchas veces no sabía a quién estaba representando, si al Gobierno vasco o al PNV. No lo tenían claro ni ellos». Ahora solo queda por saber si la historia del número 11 de la avenida Marceau queda aquí o suma nuevos capítulos.

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2025-01-05T08:00:00.0000000Z

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