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La Diada de la Familia Adams

JOAN LÓPEZ

Ya que nadie habla de la Diada y la jornada está claramente en declive se hace imprescindible hablar de la misma. En los últimos años, en especial de 2010 a 2017, la Diada se convirtió en un acto masivo, intimidante, muy parecido a los desfiles del 1 de mayo en la plaza Roja de Moscú durante la época soviética. Actos masivos, coreografiados, gente disciplinada y consciente de su misión e ilusión en algunos, y resignación en otros, que tenían que ir por fichar al ser funcionarios públicos pero que hubieran preferido estar tranquilamente en su casa.

Durante los años álgidos de la Diada agosto se convertía en un runrun creciente. La ANC actualizaba ufanamente datos de asistentes y finalmente llegaba el día en el que decenas de miles de personas cual ejército droide en ‘Star Wars’ ocupaban su parcela ya fuera en Meridiana, Passeig de Gràcia, calle Aragón o en un tramo de carretera de Cataluña.

La Diada ya no es lo que era, la épica se ha perdido, los líderes de los asistentes se odian entre ellos casi tanto como odian a la España inexistente que solo vive en sus obsesivas mentes. Los asistentes menguantes se sienten decepcionados porque, ya lo dijo Marchena en su sentencia, «la independencia era broma», pero en cambio para los abnegados asistentes no lo era.

Paluzie, la líder de la ANC es una señora huraña y ofuscada que cuando no sabe que el micro está abierto insulta a una periodista a su manera, con lo que ella considera el peor epíteto: «¡Es española¡» Y que cuando está abierto brama por llevar a cabo la declaración unilateral de independencia y motiva a sus menguantes seguidores de una peculiar forma afirmando que «tras la independencia habrá un tiempo de caos» (sic).

La caída de participación hay que buscarla en muchos detalles, como el apoyo que la ANC viene dando a los supremacistas que han cortado durante años la Meridiana diariamente. Son supremacistas porque no cortan ni la salida del Túnel del Cadí para no impedir el acceso de sus comilitantes a sus chalets de la Cerdaña ni la salida de autopista en Vidreres para no obstaculizar la llegada a la otra gran meca de las élites separatistas: Begur. Cortan la Meridiana y mientras lo hacen se dicen entre ellos: ¡Que se jodan los charnegos y los ñordos!

El movimiento autoproclamado de las sonrisas pasó a ser la cara agria de la Familia Adams, pero la caída de participación no se explica solo por eso sino especialmente por la institucionalización de la Diada. Mientras tuvo apariencia de movimiento popular y espontáneo la Diada tenía mucho de transgresor. Una vez que es un evento promovido por el poder político pierde interés: al franquismo le sucedía lo mismo con el 18 de julio.

Ahora, para rescatar a la Diada la presidenta del Parlament ha concedido la medalla de dicha institución a los «3.000 represaliados del 1-O», y no se sabe si a dicho homenaje acudirá el millonario Torra, otro personaje de los posibles como Madí o los muy bien remunerados cientos de altos cargos de la Generalitat. Borràs no lo sabe porque su endogamia es extrema, pero los verdaderos represaliados del 1-O son las 7.000 empresas que se han ido a Cataluña precisamente debido al 1- O organizado por gente como ella. Los dueños de esas empresas deberían ir a recoger esa medalla.

La Diada era la punta del iceberg del separatismo, pero la caída de afluencia no hace a este movimiento menos peligroso. Pedro Sánchez, que no quiere asistir a la mesa bilateral de negociación con los independentistas que se celebrará en unos días no busca apaciguar a sus socios parlamentarios, sino que se deje de hablar de ellos como tema central de la política española. Casi parece alegrarse de los problemas del recibo eléctrico para distraer la atención del problema catalán, y no hará nada para molestar a sus imprescindibles socios pero tampoco para que tengan visibilidad.

ESPAÑA

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2021-09-06T07:00:00.0000000Z

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