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Tus amigos a los treinta. Nadie los quiere

La gente cansa. Y mucha gente cansa mucho. Por eso, con 14 años tenemos veinte amigos y con 30, dos

JAVIER CRUCES

No es mentira que cuanto más viejo se hace uno, más cuesta hacer amigos. Esto no tiene tanto que ver con nuestra fatiga propia de la edad, sino con que las personas cansan. La gente cansa. Y mucha gente cansa mucho. Por eso, con catorce años tenemos veinte amigos y con treinta, dos. La cantidad de amigos que una persona tiene a lo largo de su vida es inversamente proporcional a los años que cumple. La idea original de una amistad es buena: alguien que te saque a beber cerveza y no te juzgue, que te vea fumar el quinto cigarrillo y no te recomiende dejarlo. Alguien, en definitiva, que acepte tus defectos y te insulte por ello. «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta», Roosevelt. Porque sí, debemos aceptar que no hay mejor amistad que aquella en la que los insultos son el saludo homologado. Dentro de este mundo buenista (entendiendo buenista no como buena persona, sino como fervoroso de todo el colorín político actual y activista de cualquier minoría de barrio) la injuria se ha convertido en la mayor prueba de confianza.

Sin duda, las mejores amistades son esas en las que uno ya no tiene nada que demostrar, amistades de barriga cervecera en las que apoyar el mando de la tele y abrir otro paquete de pipas. Sin embargo, hay un segundo tipo de relaciones en las que existe una delgada línea que divide la comodidad de un silencio recíproco con el vacío de no tener nada de lo que hablar. Cambiamos, proseguimos y nos empeñamos en convencernos de que la experiencia es un grado y que a esa gente que ha prestado tantos años de servicio hay que compensarles.

Con todo, un amigo treintañero con redes sociales alcanza esta edad con una media de entre cero y 5.000 seguidores. La frase «no es lo mismo tener algo que decir, que tener que decir algo» nunca tuvo tanto sentido. Las redes pertenecen a los segundos. A más mundo interior, menos visitantes. Así, que tus amigos lleguen a los treinta (y tú también) es el síntoma benigno de un cambio de paradigma. Ahora, tus allegados se dividirán en tres grupos: los casados, cuyas publicaciones del primer año de vida marital oscilarán entre fotos de la boda, luna de miel y recordatorios de la primera. Los novios (a menudo, de reciente encuentro) que subirán contenido de sus viajes y senderismo dominical y los solteros, que tienen especial predilección por el bodegón postmoderno: fotografías de cervezas y las bravas de un viernes noche.

Para hacer cosas de casado, hay que casarse y para hacer cosas de soltero hay que silenciar a los casados. El silencio como herramienta de conservación fraternal.

OPINIÓN

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2023-10-27T07:00:00.0000000Z

2023-10-27T07:00:00.0000000Z

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