Por algún extraño motivo, a los delanteros del Real Zaragoza se les ha hecho menor la puerta contraria, ante la que yerran y se equivocan en tan repetidas veces que hasta doce disparos no fueron suficientes para anotar un solo gol ante la Real Sociedad B, en el último episodio.

Si estamos ante un problema estructural o de simple coyuntura es el gran debate que se nos ha presentado encima de la mesa en este comienzo de campaña, porque, por lo demás, el Real Zaragoza de Juan Ignacio Martínez emite buenas sensaciones, impresiones de solvencia para la categoría y no de alma desangelada, caída o carente de patrón.

¿Se romperá en breve el maleficio que lastra la definición, la ejecución del último pase y el hecho concluyente y más relevante de toda ofensiva: el gol? No hay por qué descartar que el día en que se agriete este invisible muro que tiene ubicado al Real Zaragoza en el terreno de la oportunidad perdida y en los fondos de la tabla, cambien de modo acusado la manera de pisar el área contraria y algunas tendencias de fondo.

A juzgar por ciertas palabras dichas a este respecto por Juan Ignacio Martínez, a quien bien puede seguirse en su discurso por todo lo que sabemos y se le debe, es preciso echar mano de un poco de paciencia. Por lo general, el Real Zaragoza crea, a ratos gobierna en los partidos y manda en los tiempos y los espacios. Llega al área rival con peligro evidente y sabe defenderse con un aseado uso de la pelota. No se trata de bases menores. Al contrario. Resultan buenos cimientos. Con un poco de gol, el panorama sería muy otro.