El periodista Isaías Lafuente (Palencia, 60 años) cuenta que la forma en la que hablamos nos retrata más que ninguna otra cosa. “La palabra es lo que nos queda cuando estamos desnudos, es lo que nos viste”. Para que los compañeros de la Cadena SER luzcan impecables en antena nació, en 2004, una sección donde repasan errores detectados por los oyentes. En

Unidad de Vigilancia Lingüística.

20 años de gazapos (Aguilar), Lafuente escoge y analiza entre unos 30.000 errores cometidos en 180.000 horas de radio.

Pregunta. Llegó a Madrid en 1982 para estudiar Periodismo. ¿Cuál es su opinión de la ciudad y de la profesión 41 años después?

Respuesta. Madrid exige esfuerzos constantes de adaptación. Lo que más me gusta es las oportunidades que brinda, y lo que menos, que sobramos unos cuantos, le están estallando las costuras. El periodismo está mejor de lo que aparenta. Lo que sí ha cambiado mucho es la precariedad. Cuando yo llegué, uno ponía el pie en un medio de comunicación y, salvo que hiciera algo tremendamente mal, tenía una carrera profesional. Ahora gente muy preparada, con madera, llega con la fecha de caducidad en la frente. Me parece desolador.

P. Acaba de salir la lista de nuevas palabras del Diccionario de la Academia. ¿Algún capricho, alguna que pida para 2024?

R. “Violencia de género”, que se está resistiendo mucho.

P. Está disforia de género, pero no violencia de género. Con el matrimonio gay pasó algo parecido. La ley se aprobó en 2005, la Academia lo asumió en 2012.

R. Sí. La Academia se reunió después de la ley de violencia de género, pero han pasado los años y no ha incluido el término. La lengua escrita suele ir más lenta que la hablada. También analizo en el libro la mirada de chiste hacia el lenguaje inclusivo. A veces se estira demasiado la cuerda y eso puede crear rechazo, pero no tengo ninguna duda de que si tuviéramos que hacer ahora un idioma de nuevo cuño, junto al ellos y ellas incluiríamos el elles.

P. Cuenta que después del estar “en el candelabro” de Sofía Mazagatos, dos académicos salieron a defenderla. ¿Fuimos injustos?

R. Candelabro y candelero son lo mismo. Lo que no sé es si ella era consciente de las dos posibilidades de la palabra. La Academia normalizó el uso de algunos errores. Estoy convencido de que el “andé” por “anduve” se terminará aceptando, como se hizo con “iros” por “idos”. La fonoteca de la Unidad de Vigilancia tiene un arsenal de pruebas de cómo la lengua hablada ha ido imponiendo palabras, giros y acepciones.

P. En la Unidad salen muchos políticos. Rajoy era un filón, pero Feijóo ha cogido carrerilla.

R. Lo de 1984 [afirmó que la obra de Orwell era de ese año] es insuperable y lo de atribuir a Machado unos versos de Ismael Serrano en el debate de investidura tampoco estuvo mal. Rajoy tenía más gracia a la hora de reconocer el error. Feijóo todavía es un poquito soberbio en ese sentido.

P. “La humanidad ha manejado el tuit desde que comenzó a hablar”, dice. ¿Han alterado las redes el modo de expresarse? ¿Éramos tan vehementes o agresivos antes de Twitter?

R. Hay muchos tuits históricos. El ojo por ojo, diente por diente fue el primer paso para una justicia moderna. No creo que Twitter sea más agresiva que la sociedad. Hay algunas setas venenosas, que son preocupantes, pero no podemos identificarlas con todo el bosque, ni criminalizar a una herramienta que ha democratizado la comunicación.

P. Denuncia expresiones de ETA que se han impuesto, como “impuesto revolucionario”.

R. No es un impuesto revolucionario, es una extorsión. No es una tregua, no hay una guerra. Tampoco existen los daños colaterales. Los periodistas deberíamos traducir esos lenguajes perversos que intentan blanquear lo que no puede ser blanqueado. Cuando asumimos su jerga la divulgamos. Hablábamos como hablaban los terroristas. Y no éramos conscientes.

“Estoy convencido de que se terminará aceptando ‘andé’ por ‘anduve”

“Durante años, hablábamos como hablaban los terroristas, sin ser conscientes”