Mariano Lasheras viaja en la máquina del tiempo con 200 mujeres escritoras
● El dramaturgo y actor presentó ayer ‘Las palabras olvidadas’ (Rolde), que fue en origen un montaje teatral
ANTÓN CASTRO
ZARAGOZA. Mariano Lasheras es actor, guionista y director teatral, y desde hace muchos años se ha sentido atraído por montajes vinculados a la animación histórica. Uno de ellos iba a ser ‘Las palabras olvidadas’, una función en la que las escritoras tuviesen la voz cantante. La idea empezó a desarrollarla un poco antes de que la covid-19 paralizase el mundo y desplegase un manto apocalíptico de miedo y vulnerabilidad.
Quería saber qué y cómo escribían las mujeres, cómo habían vivido la escritura, y contó con colaboraciones específicas como la de María Dubón, que le habló de otras voces y otros ámbitos, y de su propia experiencia. Al final, la obra se presentó en 2021 en el monasterio del Santo Sepulcro, pero Mariano Lasheras ya estaba envenenado de curiosidad: unas mujeres le llevaban a otros, y aparecían nombres y más nombres que «en muchos casos, tras su obra y en su existencia, habían vivido períodos desgarradores de incomprensión, silencio y olvido. Se me acumularon tantos nombres que decidí acotar la nómina hasta la Edad Media. Desde las mujeres sumerias, hace 4.000 años, hasta ese período». Más de 200. Llegar hasta hoy «habría sido una tarea casi infinita».
Cobró fuerza otra idea: el espectáculo demandaba un libro. Con estos matices, y la invitación de Rolde, surgió ‘Las palabras olvidadas. Antología incompleta de literatura escrita por mujeres (hasta el siglo XV)’, un volumen muy cuidado que se presentaba ayer en el Museo del Teatro Caesaraugusta de Zaragoza, con una amplia representación: el narrador Daniel Nesquens, la poeta Aitana Monzón, la librería de Antígona Julia Millán y Pilar Bernad, de Rolde. Con ellos estuvieron El Mantel de Noa y las voces de Yu Wenging y Ana Fuertes.
El volumen está diseñado por Fernando Lasheras, lleva una portada de Jesús Cisneros y dibujos interiores de Carmen Iranzo. Una frase de Emily Dickinson resume el espíritu de este viaje: «Para viajar lejos, no hay mejor que un libro». Por ello, Irene Vallejo ha dicho que el libro «es la mejor máquina del tiempo que conozco».
El trabajo está concebido para todos los públicos, ofrece numerosos textos, reparte historias humanas y contextos de creación, y redunda en una idea: algunas mujeres, despaciosamente o con claro sentido del desafío, se opusieron a «la marginación y a la demonización de sus capacidades» desde distintas esferas y ocupaciones para contarse y narrar su tiempo. Explica Mariano que «estas autoras, muchas y muy variadas, se atrevieron a decir lo que vivían o habían vivido, lo que sentían, o también lo que soñaban, lo que podían imaginar. Hay esclavas, putas, mujeres con poder, místicas, suicidas», dice, y recuerda que ha hecho versiones de los textos, cuando le fue posible.
Así, en el libro aparecen personajes fascinantes como Enheduanna,
sacerdotisa del templo de Inanna y primera poeta conocida, que diría una frase para la eternidad: «Yo he hecho lo que nadie hizo antes»; Safo de Lesbos, que redactaba sus poemas en hojas de papiro y amó a varias mujeres; Nóside de Locri, que se retrató como «tejedora de hilos y palabras»; la monja budista Punna; la romana e hispana Teófila, a la que Marcial definió como «elocuente, sabia y noble»; la china Cai Wenji, calígrafa y música, raptada por los hunos con 17 años; ella cultivó el lenguaje de la derrota: «La vida es tan fugaz como el de un caballo blanco». O Murasaki Shikibu, autora de ‘La novela de Genji’. Nada menos...
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