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Pues cambiemos de conversación

Las opiniones complejas son difíciles de aceptar, lamenta Álvarez Junco. En política o en periodismo

Tono Masoliver, poeta, profesor, crítico literario de La Vanguardia, encontró a James Joyce entre los libros de su tío Juan Ramón, escritor como él y amigo del autor del Ulises. Él tenía 16 años (ahora tiene 82) y muy pronto halló entre aquellas perlas dublinesas esta frase que haría famosa entre sus amigos desde entonces: “Ya que no podemos cambiar de país cambiemos de conversación”.

Como dijo esta semana en la SER el expolítico Eduardo Madina, en España se habla cada vez más “en mayúsculas”, la conversación es un aturdimiento que empeoran las redes sociales…, pero no se puede cambiar de país, así que, como aconsejaba Joyce y recuerda Masoliver, “cambiemos de conversación”. Él mismo afirma que resulta difícil también en Inglaterra, adonde se mudó cuando parecía que entre aquellas brumas habría el sosiego que aquí faltaba. Y ahora resulta que allí la conversación observa similares niveles de histerismo. Dice el profesor Fernando Vallespín, que además de crítico de la política fue presidente del CIS, que antes “se trataba de captar la atención ajena, pero la polarización y las redes han hecho que se quiera captar la atención a toda costa, y gritando”. España tuvo, señala, “tiempos de pausa, ¡un titular duraba un día, y ahora hay que ver lo que dura un trending topic!”. Puede haber, a lo largo del día, hasta seis tópicos a los que se agarra la conversación… por un rato. “Estamos tan acelerados que para captar la atención tenemos que exagerarlo todo”. De modo que “los medios cambian sus titulares a una velocidad aterradora”.

El historiador José Álvarez Junco recuerda que “a la gente le gustan respuestas simples sobre las que se pueda pronunciar de manera tajante, y de igual modo proceden los políticos y los periodistas, sin tiempo para planteamientos complejos”. A él lo llamaron para un debate de televisión sobre si le parecía bien o mal el sujeto de la conversación propuesta, “y yo tenía que estar a favor o en contra… Como me negué a ser tajante fui anulado del programa”.

Opiniones complejas, dice el autor de Mater dolorosa, “son difíciles de aceptar, y aquellos que estarían dispuestos a considerar juicios menos contundentes son minoría”. Y eso no contamina sólo el modo de ser de la ciudadanía, “sino el modo de gobernar, que proviene de mayorías que no suelen ser especialmente sofisticadas, cultas y complejas, y por eso se pueden ver seducidas y arrastradas por algún personaje que da opiniones simplonas o absurdas, como Donald Trump”.

Le preguntamos a Paca Sauquillo, de larga historia en la lucha antifranquista y en la democracia, que ahora es, entre otras cosas, vicepresidenta de Solidar, la red europea del voluntariado, si la Transición fue mejor tiempo para conversar. “Quizá mitificamos ese periodo, pero entonces teníamos claro que había que ponerse en el lugar de otro, de modo que Fraga, que había dicho que la calle era suya, estaba obligado a ponerse de acuerdo con sus enemigos. Y fuimos capaces de hacerlo, aunque hubiéramos sido enemigos y nos hubieran torturado o metido en la cárcel. Todos estábamos obligados a hablar entre nosotros porque de eso dependía el bien común que nos unía en busca de la convivencia para sacar este país adelante”. Hace más de 40 años eso fue posible, ahora parece un viejo objeto del deseo porque lo que más cuesta ya no es cambiar de país, sino torcer el tono de la conversación.

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2021-07-03T07:00:00.0000000Z

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