La vergüenza
El Athletic tiene un grave problema con sus ultras que no sabe o no se atreve a resolver, como tantos y tantos clubes
ANÁLISIS JON AGIRIANO
Quién nos iba a decir que el regreso del Athletic a Europa al cabo de seis años, lejos de ser la fiesta de un reencuentro tan deseado, se acabaría convirtiendo en un motivo de vergüenza. Porque la realidad es la que es. Ayer ya nadie hablaba del partido contra la Roma, de ese meritorio empate rascado en el minuto 86 por los pupilos de Valverde ante uno de los rivales más peligrosos del grupo. De hecho, también se dejó de hablar del modélico comportamiento de la inmensa mayoría de los hinchas rojiblancos en las calles de la Ciudad Eterna. Sus vicisitudes y anécdotas, que tanto juego dan en redes y digitales, ya no interesaban a nadie. Sólo se hablaba del incidente de las bengalas y de sus posibles repercusiones. Todo lo demás no existía.
A algunos esta circunstancia les pareció injusta. Su enfado estaba cantado. Cuesta aceptar que un simple desliz arruine una conferencia entera, que una pequeña mancha te destroce una camisa, o que una sola gota de ficción contamine un océano de realidad, como advertía García Márquez a los jóvenes periodistas. Pero así es y hay que aceptarlo. En este sentido, y hablando de los sucesos del jueves en el estadio Olímpico de Roma tras el gol de Aitor Paredes, lo que hay que aceptar es que el Athletic tiene un grave problema que no sabe o no se atreve a resolver. Como tantos y tantos clubes.
Se cita mucho la frase de Spengler sobre el pelotón de soldados que salvará a la civilización. La pena es que el filósofo alemán no se refiriese nunca al pelotón de tontos que podría acabar con ella. Como casi todos los clubes, el Athletic tiene el suyo propio, perfectamente reconocible e identificado. De hecho, una de las principales características de estos grupos es ser muy reconocible y sobradamente identificado por su imagen, su discurso y su iconografía. Por fortuna, el nuestro es un pelotón pequeño, residual, nada que ver con otras instituciones deportivas donde los ultras ejercen un poder tal que hasta pueden poner y quitar entrenadores. Ahora bien, que sean pocos, como decíamos, no significa que no puedan provocar un daño inmenso a la reputación del Athletic y de una hinchada que hace pocos meses mostró en Sevilla toda su grandeza.
Veremos qué consecuencias tiene lo sucedido. Por el momento, parece que para el Athletic la cosa puede quedar en una multa y en que la UEFA no le distribuya entradas para un próximo partido europeo. Nada más. Este periódico ha podido confirmar que ya ha prescrito la sanción de retirar 2.000 localidades de San Mamés que el máximo organismo del fútbol continental impuso a Ibaigane por los sucesos de 2018 en el partido contra el Spartak de Moscú en los que perdió su vida el ertzaina Inocencio Alonso. ¿Y para los ultras? ¿Cuáles serán las consecuencias? Porque aquí está la clave. Que después de todas las pirulas que han montado en los últimos años, que después de todas las vergüenzas que nos han hecho pasar y el coste económico y reputacional al club que han provocado sólo tres de ellos tengan prohibida la entrada a San Mamés y sólo uno haya sido expulsado como socio es como para perder toda esperanza de cambio.
En el fondo, hay una falta de determinación evidente en todos los clubes para acabar con los violentos. Muy pocos se atreven a coger este toro tan bravo por los cuernos y se limitan a refugiarse en un discurso blandengue y escapista. En el Athletic, por ejemplo, son inevitables las apelaciones al ‘hau ez da gure estiloa’. Se escucharon también en Roma tras las bengalas y el club tituló ayer así su comunicado oficial en la página web. Qué quieren que les diga: a este paso esa frase acabará provocándome la misma reacción que a Edadepiedrix una cita sobre la batalla de Alesia. ¡Pues sólo faltaba! ¡Claro que no es nuestro estilo! ¿Y de quién lo es? ¿Que otro club tiene como estilo particular quemar bengalas en las gradas o provocar peleas multitudinarias? ¿Acaso esos mastuerzos no son siempre una minoría más o menos numerosa y peligrosa en todos los equipos?
Otra coletilla habitual, desde luego en el Athletic, es el famoso «no nos representan», ejemplo olímpico de cómo confundir el deseo con la realidad. No queremos que nos representen, claro, pero la cuestión es que lo hacen en contra de nuestra voluntad, a la fuerza, simplemente por el hecho de ser ellos también seguidores del Athletic y, en el caso de los viajes, compartir con nosotros un mismo espacio en la grada. No olvidemos nunca que la principal carencia mental de los violentos es que a sus cráneos tan poco regados no les entra una idea elemental: la de que cada vez que van a un campo y se ponen la camiseta de su equipo o enarbolan su bandera lo están representando, y que eso les obliga a dar una imagen que lo engrandezca. O al menos que no la ensucie o denigre, como hicieron el jueves, tantas otras veces en el pasado y las que veremos en el futuro si no se ataja de verdad esta lacra.
Que sean pocos no significa que no puedan provocar un grave daño a la reputación del club
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2024-09-28T07:00:00.0000000Z
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