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«Las mujeres vivimos con la necesidad de nombrarnos, de sentirnos integradas»

Nieves Álvarez Escritora, vicepresidenta de la Asociación Genialogías La poeta, coordinadora en Cantabria de MAV, Mujeres en las Artes Visuales, ha sido una de las artífices de ‘Diccionaria Una’, un glosario de «palabras que hablan de nosotras»

GUILLERMO BALBONA

SANTANDER. «Un glosario que nos nombre no puede ser una nueva oportunidad para ofendernos a nosotras mismas y a las demás mujeres. Eso se lo dejamos a otros, que lo saben hacer muy bien, que lo vienen haciendo desde tiempos inmemoriales». Nieves Álvarez, poeta y escritora, vicepresidenta de ‘Genialogías’ y coordinadora territorial de MAV (Mujeres en las Artes Visuales) en Cantabria, es una de las impulsoras de ‘Diccionaria Una’, «el primer glosario de realidades femeninas innombradas», un diccionario en femenino que recoge 181 «palabras inéditas o con nuevas acepciones». En Cantabria hay además otras seis poetas integrantes de Genialogías: Marisa Campo, Dori Campos, Ana García Negrete, Rosario de Gorostegui, Raquel Serdio y Elda Lavín. «Lo nuestro es la poesía, pero no admitimos que nos insulten, nuestras armas son las palabras y la honestidad».

–¿Cómo surge el proyecto de ‘Diccionaria Una’?

–En 2017, en la asamblea de Genialogías, una de las mujeres poetas dijo lo que todas pensábamosa: «Mi mundo está lleno de cosas que no tienen nombre». En ese momento nació. Así con minúsculas, sin la ampulosidad de lo que solo busca el éxito por encima de la verdad y la alegría. Pensamos que esta publicación no tenía necesidad de personalismos y alharacas. Debería tener la grandeza de lo auténtico, de un proceso, de una realidad inexistente. Por eso, para comenzar a andar se constituyó una comisión de trabajo y se pidió a las socias que enviasen palabras inventadas, con su propuesta de definición, palabras inexploradas pero sentidas. Se trabajó también para dotar de significados nuevos a palabras ya existentes. Queríamos crear un glosario que, de forma inteligente, lúcida, lírica y lúdica mostrase términos capaces de definir realidades obviadas por la cultura patriarcal.

–¿Un trabajo colectivo como este habrá conllevado numerosos desafíos de gestión?

–El mayor desafío ha sido analizar cada palabra, cada estilo, cada propuesta. Queríamos conseguir que ‘Diccionaria Una’ fuese el resultado de un esfuerzo colectivo, coordinado por un equipo estupendo, en el que han participado poetas, que también son profesoras o periodistas, mujeres que han trabajado duro y bien, con el apoyo de todas nosotras. Una tarea desarrollada a lo largo de cuatro años. Un juego honesto con la palabra, un río que va creando su cauce a medida que avanzamos. Hemos querido nombrarnos y ser nombradas como lo que somos: mujeres, creadoras de vida, de palabra, de poesía, de arte... Lo que decimos en ‘Diccionaria Una’ no son ocurrencias sin sentido, son sentido y sentimiento de mujeres poetas, feministas y comprometidas con la poesía, sin personalismos, Es un intento por recuperar la lengua materna y una aportación más al deseo de tantas mujeres luchadoras que nos han precedido. Hemos nombrado lo que somos. El nuestro no es un lenguaje construido encima y en contra de ella, eso que nos oculta, denigra, ningunea... Es memoria, justicia y restitución.

–El glosario recoge 180 palabras nuevas. ¿Es otra manera de abordar el lenguaje inclusivo? ¿Hay quizás el peligro de que se desvíe el debate?

–No hemos pretendido tal cosa. Nuestro glosario quiere ir más allá, tiene aspiraciones de universalidad y justicia que superan el debate –casi siempre academicista– del lenguaje inclusivo. Los debates son necesarios, enriquecedores, aunque no siempre honestos. En Genialogías no le tenemos miedo a los debates, pero no es lo que hemos pretendido con este glosario, y no queremos perder el tiempo inútilmente, pretendemos ser positivas y aportar.

– ‘Diccionaria’ se postula como «un eslabón, uniendo pasado y futuro, que intenta paliar, en parte, siglos de silencio». ¿Qué criterio se utilizó para admitir las palabras?

–Al principio había más gravedad, más enjundia innecesaria, pero poco a poco, la comisión fue introducción humor y descaro, conjugando la exploración filosófica con la experiencia lúdica, incluso sensual. Así es la lengua. Con todo este cuestionamiento de las verdades absolutas, fueron naciendo las palabras del día a día, del diálogo con la madre, con la poesía, con la auténtica necesidad de conocernos y sentirnos unidas.

–Como poeta, ¿no cree que el foco reside en el mal uso que se hace de las palabras?

–A veces, me faltan palabras para decir lo que quiero decir. Y sí, es cierto, a menudo se hace un mal uso de la lengua, desde las faltas de ortografía a la utilización incorrecta de los términos. Pero de esto no va el libro, va de lo otro, de la necesidad de nombrar, de nombrarnos, de sentirnos integradas, configuradas en lo que somos, lo que podemos aportar, lo que nos hace sentir bien. Si buscamos en el DRAE encontraremos palabras que discriminan a las mujeres. –Seleccione un término.

–Es especialmente interesante la palabra ‘loque’, que significa «señor que tiene la costumbre de dar consejos a las mujeres sin que ellas se lo pidan y que siempre comienzan sus frases diciendo: ‘Lo que tenéis que hacer las mujeres es…’.

–¿Machismo y mercantilismo se han amparado en un mismo ecosistema dominante?

–Sí, tienen la misma raíz, los mismos intereses. Detrás de cada discriminación, de cada injusticia, de cada problemática social está el mercantilismo. Por ejemplo, es tremendo pensar que, en esta pandemia, los más ricos del mundo han duplicado sus fortunas. A ellos les ha venido muy bien que la población mundial esté sumida en un gravísimo problema de salud. La verdad es que nosotras, las mujeres, las creadoras, las socias de Genialogías, tenemos muy poco de mercantilismo. Contamos únicamente con las cuotas de las socias, con eso hacemos el trabajo y pagamos las cuentas, pocas, pero necesarias. No le debemos favores a nadie y nadie nos va a decir lo que tenemos que hacer. ‘Diccionaria’ es un bombón, que, en manos del mercantilismo, vendería tropecientos mil ejemplares, nosotras estamos satisfechas de realizar un trabajo honesto, que está llegando a los institutos, las universidades, las mujeres comprometidas con la palabra. No pedimos más.

–¿Qué medidas tomaría si estuviese en su mano en el plano educativo para cambiar esto?

–En los centros escolares pasa lo mismo que en los concursos de poesía, no se da paridad en lo que se estudia. Las mujeres están prácticamente desaparecidas de los libros de texto. Hay estudios que lo demuestran. Y no es verdad que las mujeres escribamos peor que los hombres, eso es un bulo que algunos interesados por lucrarse, difunden por ahí.

–Como creadora infatigable tiene en perspectiva una nueva novela. Háblenos de ella.

–Sí, efectivamente, estoy escribiendo la tercera novela de la trilogía (‘Alicia en el país de la alegría’ y ‘Vamos a contar mentiras’, ambas editadas por Lastura), en la continuación de la vida de Alicia, sus estudios, su mirada curiosa a las historias cotidianas de los años 70 y 80, más o menos. Las luchas en las universidades, el autoestop, el amor. Un poco de todo. Barajo varios títulos con ese doble sentido que tanto me gusta.

–¿Su vínculo con MAV es un nuevo reto que encaja con coherencia en su trayectoria?

–Claro, así es. Soy la socia de MAV que lleva más tiempo como tal. Siempre que me ha sido posible he colaborado con la asociación. El arte ha formado parte de mi vida siempre: como enamorada de la creación artística, como compañera de un artista magnífico, y como artista. Además, siempre he pensado que las acciones colectivas son necesarias si queremos avanzar. Y aquí estoy, con un nuevo reto, intentando aportar algo, buscar formas de desarrollar sinergias entre MAV y Genialogías, apoyando a las artistas de Cantabria.

MACHISMO Y MERCADO «Detrás de cada discriminación e injusticia, de cada problemática, está el mercantilismo» LENGUAJE INCLUSIVO «Los debates son necesarios, enriquecedores, aunque no siempre honestos»

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