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El pionero del ordenador doméstico

Clive Sinclair (1940-2021) El inventor británico, creador de dispositivos como los ordenadores Spectrum, falleció el jueves en Londres a los 81 años

RODRIGO ALONSO

La tecnología no se democratiza sola. Hacen falta personas con la imaginación necesaria. Y, sin duda, Sir Clive Sinclair, creador del ordenador Spectrum y pionero de la informática doméstica, fue una de ellas. El inventor británico falleció el jueves en la ciudad de Londres a los 81 años después de pasar la última década batallando contra el cáncer. Nacido en 1940 su interés por la tecnología, a la que se aficionó de niño gracias a la serie infantil ‘Toytown’, le llevó a abandonar la escuela a los 17 años de edad. Los cuatro siguientes los pasó trabajando como periodista, pero no para hacer carrera como ‘plumilla’. Ni muchísimo menos. Durante ese tiempo ahorró hasta el último penique que pudo para abrir la empresa Sinclair Radionics, donde se dedicó en cuerpo y alma a la investigación y diseño de nuevos dispositivos.

En los años setenta, Sinclair creó ‘gadgets’ tan novedosos como la calculadora de bolsillo. Un dispositivo que, hasta entonces, tenía un tamaño similar al de la caja registradora de un supermercado. El gran éxito del inventor, no obstante, todavía estaba por llegar. En 1980 comenzó a comercializar sus ordenadores domésticos Spectrum. El primer modelo fue el ZX80. Apenas constaba de un teclado que el usuario debía ensamblar en su casa. También lanzó otra versión algo más cara que venía perfectamente montada y, aun así, ninguna de las dos tenía un precio superior a las 100 libras (117 euros). Algo raro en una época en la que la informática seguía en pañales.

En 1981 lanzó el ZX81, del que se vendieron 250.000 unidades, y en 1982 el ZX Spectrum, dispositivo reconocido como una de las claves del crecimiento del videojuego en los ochenta y que todavía, a día de hoy, sigue siendo valorado entre los amantes del retro. Poco después Sinclair comenzó a sufrir reveses comerciales. Entre ellos el del C5 en 1985, una suerte de patinete eléctrico que llevó al creador a la banca rota. Y es que, a pesar de su gusto por la invención, Sinclair nunca sintió interés en hacer negocio. Solo en crear. «A él se le ocurría una idea y decía: ‘No tiene sentido preguntar si alguien lo quiere, porque no puede imaginarlo’», afirmaba su hija Belinda a ‘The Guardian’.

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2021-09-18T07:00:00.0000000Z

2021-09-18T07:00:00.0000000Z

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